14 mar 2008

Ftur Fbck ¬¬

Todo le daba pereza. La perspectiva de viajar, se le hacía insoportable. No, no es sólo tomar el avión. Se trata de tomar un taxi, un bus, y luego un avión; especificaba, y encima cargando maletas, de madrugada, muerto de sueño. Le daba vueltas a estas ideas, y se adormecía abatido, bloqueado por un tapón glaciar que se sentía como halls mora, cada vez que tenía que despedirse, para no sentir.

Su relación con los vuelos, los viajes, se le había estropeado en algún punto de las muchas líneas curvadas, cruzadas, delgadas y luego extrañas, que conformaban el entramado de las huellas de sus pies. Es cierto. También le dolían los pies. A pesar de que estaba fresquito, bañado y cambiado como nene listo que se iba de cumpleaños. No, no, la cabeza no dolía. En esos momentos, sólo hacía de macetero para su cabello, despeinado de la manera habitual: nada estética. Ni los brazos, ni la barriguita, ni las piernas. Nada de esto le dolía, sólo los pies. Como si se negaran a viajar, pensó con ilusión, tratando de justificar su estúpido pesimismo.

-Oe, gil; despierta.

Eran diez para las 2 am, tenía que bajar a tomar el taxi, luego el bus y después el avión. Cerró los ojos y se imaginó que aquello pasaría pronto, ya estaría allá, unas cuantas horas y listo, ya, ni lo notaría. Llegaría a casa de su tía, en el campo, en algún lugar despejado, una casa como de la familia Ingalls o algo así, y atrás un bosque, con árboles de higo y cosas silvestres. Luego las ardillitas revolotearían entre las flores, vendría Bambi adornado con guirnaldas, y todos los pajaritos de Disney. Y quién sabe, tal vez luego de echarlos del bosque, tendría un poco de soledad para sí y tomaría fotos para sus amigos. Después de todo, esperaba disfrutar del lugar. El viaje era lo único que detestaba.

11 mar 2008

otro FBck

Sueño, tenía mucho. Y es cierto que coincide con la depresión, el aburrimiento, la tristeza. Pero, siendo quien es, principalmente era sólo sueño; la tristeza ya estaba suficientemente amordazada. Debajo de la garganta, como si se hubiera desayunado una cosa rara. En realidad casi no había desayunado. No tenían mucho dinero, a esas alturas del viaje, y su padre no había insistido cuando él le dijo que no tenía hambre.
-En el avión ya me darán algo.
Comió galletas de ayer y un jugo de naranaja, embotellado, que se cargó el esmalte de sus dientes. Tiraron el resto. Sacaron las maletas del armario y cuidaron de no dejarse nada. Saliendo del hotel, la postal odiosa de siempre. Blanco y negro, blanco y negro; todo en una coctelera, bien agitado por un barman ridículo y listo, ta-tan, la ciudad gris.
Ya subiendo al taxi se disculpó con el barman, no tenía nada en contra de su ridiculez, es que es esta ciudad, o tal vez ni siquiera sea la ciudad, es la tristeza, nomás eso. Sólo que tampoco ayuda, nada de esto, nada ayuda; decía.
Hay veinte mil rutas, desde el hotelucho hasta el aeropuerto. Y cada vez que iba, el taxista se aseguraba de tomar una que no el no conociera. Por eludir peajes, o porque, la verdad, señor, no me ubico bien todavia, jeje. Y así, de forma que, con sendas maletas que llevaban atrás, él y su padre siempre contemplaban la posibilidad de que les roben. Y se la pasaban sufriendo todo el viaje, porque la vez pasada el taxista no se metió por esos pampones, no papá?, le decía con una mirada. Y su viejo asentía. Pero al final nunca les pasaba nada. Un cartel salvador de: "Aeropuerto -> " les dejaba respirar tranquilos. Sólo para volverse a angustiar, porque aún faltaba la espera. Es que llegaban algo de cuatro horas antes, primero porque así es su viejo, cuatro horas antes por si acaso, y segundo porque se aburrían de mirar la tele. Y cinco meses después el se quejaba, papá, me olvidé de decirte que aquí la tele también aburre, una cochinada, papá. Programas inútiles donde discuten si una vieja momia está saliendo con el bueno para nada moreno, o si con el rubio. Me aburre, y, es cierto la tele de Perú también aburría. Pero aburrimientos que me conciernen, al menos eso, papá; se quejaba. Y luego de colgar, miraba a su alrededor y recordaba que su vida se había movido, como un trozo de tierra. Además de las fronteras, el Perú termina en el aeropuerto, pensó. La puerta de salida. Se le habían quedado tantos puñados de tierra, demasiados. Y esa última vez que le vio, todavía faltaban cuarenta minutos para el embarque. Podía quedarse más tiempo, esperando como espectro, pero es igual.
-Anda, ya.
-Sí, creo que ya.
-Cuídate mucho.
-Sí, tú también...bueno. Chau.

No lloró, no. Él tampoco. Se lo tragó todo y al cruzar hasta la sección de pasajeros, vio que el aeropuerto continuaba. El pasillo enorme, interminable, abarrotado de tiendas lindas y turistas felices de la vida, porque ya se largaban, Cuzco precioso, eso sí, o la ciudad que sea, cualquiera que hubieran visitado, pero Lima no, Lima es sólo un coctel: blanco y negro, blanco y negro, agitado todo por un barman ridículo.
Y eso le hizo gracia, coincidían mucho.

10 mar 2008

diálogos cartesianos mmm...

Se sube el telón, sala principal de la academia blancafort, un par de sillas bajo un haz de luz, de fondo las escaleras principales y el tablón de anuncios de la academia.

Entra descartes.

Descartes: cof, cof, cof... ayayay, esta pulmonía que me mató en siglo XVII, no me deja tranquilo.

Se sienta.

Entra habichuela, jugando con su bolero, zas, zas...

Habichuela (hablando para sí): ...pienso luego existo...mmm...pero esto no significa que exista porque piense... ¿podría yo existir sin necesidad de pensar? ...en realidad no lo sé, porque sólo sé que pienso... ¿entonces existo porque pienso? o ¿sólo pienso que existo?...y si hay gente que no piensa ¿para qué existe?...¡Ahh!...en todo caso siempre puedo concluir: Leo a Descartes, luego no sé si existo.

Voz en off: Y sigue así metiéndose en un lío del que no lo saca ni el propio Descartes así se apareciera sentado en la academia blancafort tan sólo para ayudarle... momento!, si esto es lo que está ocurriendo...observad!

Descartes: Muchacho, veo que te enredas mucho con mi filosofía.

Habichuela (creyendo que es un viejo loco): Señor, el geriátrico está dos calles más allá.

Descartes (molesto): No me crees, ¿eh? Pues te demostraré que soy quien soy.

Habichuela guarda su bolero y se sienta.

Descartes: Cogito ergo sum, pieso luego existo. Soy una res pensante, bla bla bla...

Voz en off: He aquí Descartes se suelta un rollo que al otro personaje nomás le suena en términos de bla bla bla...y que en esta pieza teatral se prefiere omitir.

Habichuela, con los ojos como platos: Ohh...

Descartes: Y por listo me mandaron a darle clases a la reina Cristina de Suecia. Y me morí de frío.

Habichuela: Vaya, lo que se gana uno por pensar.

Descartes: Sí, mano. Al final lo cambié por: Pienso, luego me da neumonía.

(alguien deja caer el telón)