15 jun 2008

se va


Como el día estaba triste y sin sol, a medida que el avión fue ascendiendo se lo comieron las nubes, grumosas e infinitas....glup. La presión agrietó las ventanas y la humedad se metió hasta por el resquicio más pequeño. La aeromosa, algo fastidiada tomó el micrófono: Señores pasajeros, se les pide que por favor se abrochen los cinturones, en pocos segundos el avión se inundará de nubosidad a una altura aproximada de treinta centímetros, una cosa parecida a la nieve.

El resto del trayecto el avión lo hizo engarzado a esa nube inmensa y complejos sistemas de navegación le ayudaron cuado tuvo que aterrizar. Al abrirse las compuertas medio pasillo se terminó de inundar de la cremosa y fría sustancia. Tomó algo de media hora limpiar todo el avión por medio de grandes escobillones que frotaron hasta el último rincón. Los pasajeros atravesaron los controles terminándose de sacudir grandes pedazos de nube, incluso uno vació de su zapato una pequeña llovizna que enlodó gran parte del pasillo. Se ganó la enemistad de un trabajador de limpieza. Ya a la hora de recoger las valijas, era trabajo de cada uno limpiar la suya lo cual era especialmente difícil porque la nubosidad se aferraba fuertemente a la superficie de las maletas, así que los agobiados y furiosos pasajeros no tenían más que buscar a tientas las manijas desplegables y jalar de sus minúsculas nubes. Y entre ellos un indignado Habichuela, que despotricaba sobre las pocas previsiones que se tomaron para la accidentada ruta de vuelo: Parezco una nube andante!, dijo.

Ya cuando salió del aeropuerto y se fijó bien en la ciudad que tenía encima, como que se calmó un poco y dijo: Ay, pos si aquí en Lima todo es nube. Y avanzó muy divertido a pesar de que no asomaba el sol.