10 sept 2008

Puzzle, final u_u


(feo el dibujo)

En fin, Habichuela en plena desesperación recurrió de nuevo a su cara de El grito, y se puso a pensar. Seguramente era una ley física menor la que había roto, o en el peor de los casos aún sin descubrir.

Se pasó esa noche en vela reordenando los componentes de la fórmula como mejor le parecía que iban, y siempre le sobraban piezas. Se apiló cuadernillos y cuadernillos de ciencias que guardaba de cuando fue a la academia, se acabó un termo lleno de café y luego pasó al de limonada. Nunca se había trasnochado tanto y con tan pocos resultados. A la mañana siguiente al menos ya se había convencido de que el radicando no podía llevar ningún signo negativo, y que el igual, forzosamente debía separar dos partes equivalentes de la ley. Pobre, pero era su esfuerzo. Los siguientes días los pasó en vilo, luego de que esa mañana decidiera salirse de su cuarto para tomar un poco de aire fresco y su viejo lo asaltara propiciando uno de esos diálogos que no hace falta mencionar.

-Te ves cansado, hijo.

-Sí, estoy cansado.

-Ah ya, descansa un poco.

-Está bien.

Y al cabo se puso a ver tele mientras comía pan con mantequilla. Por puro azar del destino puso un canal regional y le dio un brinco el corazón cuando escuchó en las noticias el precio que tenía su cabeza. Con las mismas se volvió a su habitación a seguir trabajando.

-Hijo, dejaste la tele encendida.

-Ya.

-Ok.

Para el jueves Habichuela ya había conseguido grandes avances, sus conocimientos físicos y matemáticos habían aumentado considerablemente y sólo le faltaban dos componentes por acomodar en la ecuación.

Mientras tanto, en el sillón municipal un mensajero del alcalde llegaba con noticias sobre la investigación.

-Donde César, tengo buenas nuevas.

-Hablad, hijo mío- y cual padre benévolo le palmeó la espalda más tiempo de lo que es prudente, a lo que toda la corte municipal susurró: oñoñoy.

-Señor-dijo el mensajero apartándose un par de pasos-. Nuestros investigadores encontraron en internet la identidad de un posible sospechoso. Un joven llamado Habichuela, que a la tarde del lunes pasado se dio de alta en un foro de corte y confección tan sólo para abrir un tema de título: ¿Cómo cuernos se repara una ley física rota?? Al instante buscamos en nuestra base de datos y localizamos su dirección, Señor. Vive en Monserrate, manzana Ñ’ lote **** y número *****.

-Excelente, hijo mío-le iba a palmear la espalda de nuevo pero el mensajero ya la estaba picando-. Mandad un grupo de agentes a cercar el perímetro.


-Eureka!!

Habichuela acababa de recomponer la ley física. El pobre estaba exhausto, se fue a pegar un duchazo, se cambió de ropa y desechó de su habitación los cientos de papeles que eran sus anotaciones y las ecuaciones precedentes que ideó para recomponer la ley, en resumen un trabajazo de esos que en Suiza se premian con un Nóbel, porque además la ley aún no había sido descubierta. Lástima que por cuestiones de estupidez, todo aquello fue a parar a la basura.

Bueno, el último paso era fijar la ecuación con Súper Glue, cosa que hizo en unos minutos (resultó que , al final, reparar la ley sí era algo parecido a pegar un par de gafas). La metió en su mochila y salió disparado al parquecito de las dos palmeras donde empezó todo el lío. Al llegar, sólo él pudo distinguir una especie de agujero negro muy pequeño que no se tragaba nada a su alrededor, encima había un letrero que decía: Deposite aquí los fragmentos de ley rotos para su autoreparación. A lo que a Habichuela casi le da un ataque, pero en fin. Se dispuso a depositar la ley pegada con Súper Glue, cuando de pronto un par de patrullas llegaron a mil por hora y aparcaron frente a su casa. Salieron de los autos unos tipos de lo más parecidos al escuadrón SWAT, sólo que más chatitos y barrigones. Se metieron a su casa y no salieron en un rato hasta que bajaron con su viejo y él decía algo parecido a:

-No, si buscan a mi hijo él ha salido.

-Ah ya-dijo el jefe de los SWAT, un señor con bigote.

-Pero más de un rato vuelve, déjenme el recadito.

-No hombre, mejor lo esperamos aquí-y mirando a la bodega de la esquina que ya abría-¿Le echa unos traguitos?

-No tomo, pero le acompaño.

Y se pusieron a conversar al ritmo de unas Cheladas.

Entonces Habichuela, calculando que en cuestión de segundos alguno de los hombres SWAT que sí estaban atentos en hacer su trabajo lo encontrarían (era cuestión de alzar la mirada hacia el parquecito), apuró la ecuación de su mochila y la deposito en el pequeño agujero negro. Al instante una especie de luz lo cegó y luego una fuerza de expansión lo sacó volando, lo bueno es que cayó en el césped. Y de pronto en toda la ciudad se oyó un fuerte ruido de ¡Pum! que la gente oportunamente entendió como el sonido de que ya la ley se había reparado.

Justo los físicos de la universidad suspendieron su huelga y dijeron: Ya podemos ayudarles.

Pero ya nadie fuera de la facultad los necesitaba.

Puzzle, I parte

(No es mi dibujo xD)


Era un tipo que iba caminando un lunes por el parque que hay por su casa y que tiene dos palmeras absolutamente desentendidas de lo que voy a contar, porque así son las palmeras.

Digo que el muchacho, no pasaba los veinte, iba hasta su casa en el edificio de la izquierda, luego del pasaje y llegando a la esquina; tenía el estómago lleno y sólo le apetecía llegar a tirarse en su sofá y leer las historietas de Spiderman que un diario local estaba sacando en suplementos. Sí, era friki, desde que tenía memoria, desde mucho antes, desde el primer dibujo animado que vio y hasta ahora que los sigue viendo. Digo, de la tele por cable sólo le servían tres canales: Nick, Animax y Jetix. A veces hacía un repaso mental de todas las series que veía, recordaba los diálogos, los gestos de los personajes, y se reía solito con un sonido bien gutural.

Y allí estaba él, ahora corriendo a toda prisa porque recordó de pronto que dejó la tele encendida antes de irse a comer y no quería que le regañaran. A dos cuadras de su casa sacó la cadenita de la que colgaban sus llaves y bueno, ya que estaba corriendo estilo ninja la empezó a sacudir por el aire como si fuera un nunchaku, aunque de una forma muy torpe. Slash, atravesaba el viento serpenteando la cadenita con unos movimientos que rozaban irresponsablemente los límites de la física. Para, detente, idiota; le dijo su conciencia, que, cabe la aclaración, se desentendía completamente de sus estupideces. Pero él no le hizo caso y fue en una de esas idas y venidas que de tanto revolver la cadenita, se rompió una ley física, así nomás, de puro Idiota.

Pum!, sonó. ¿Han escuchado alguna vez a un avión romper la barrera del sonido? Ya, así no fue. Pero se escuchó en toda la ciudad y la gente se paró en seco preguntándose que ocurrió. Madres con bebes en brazos, hombres de terno y maletín, vendedores ambulantes, choferes de micro, y travestis que te ofrecen caramelos cuando vas por ahí con tu flaca.

Y así, como dicen que la física está en todas partes, el sonido no tuvo ningún epicentro, aunque la rotura sí. Porque a la ley se la cargaron precisamente en Monserrate, por el hospital de la Sanidad, al frente, en el parquecito de las dos palmeras.

El muchacho éste, digámosle, no sé, cualquier nombre al azar: Habichuela. Luego de darse cuenta de lo que había hecho, se llevó las manos al rostro y puso una cara de lo más parecida a El grito de Munch. Miró al suelo y vio todos los restos esparcidos de lo que en vida fue la fórmula de una ley física. Variables y constantes, signos de paréntesis y de radicación yacían en el suelo, inertes, sin respiración. El muchacho aterrado los junto a todos en un montoncito y se los guardó en el bolsillo, y ahora sí safó corriendo hasta su casa y llego al toque, porque estaba a media calle de distancia. Entró y fue a su habitación, cerró con llave, y barrió su mesa de un manotazo.

-¿Habichuela, te pasa algo?-preguntó su viejo del otro lado.

-No, toy bien.

-Ah ya. Dejaste la tele encendida.

-Lo siento, es que estaba apurado.

-Bueno, que no vuelva a ocurrir.

-Sí, papi.

Luego de este diálogo absolutamente innecesario de narrar, Habichuela depositó todos los componentes de la fórmula en su mesa de trabajo. El problema es que siempre aprobó física con las justas, así que no tenía puñetera idea de cómo era el orden de la fórmula. Lo dejó para luego, ya tendría tiempo de buscar en internet. Por lo pronto le interesó dejar las herramientas listas. No necesitaría muchas. Primero, guantes de plástico para maniobrar las constantes y las variables y lo demás, no debía dejar sus huellas digitales en el cuerpo del occiso (lo vio en un capítulo de CSI) y segundo, y con mucho orgullo, sacó de su cajón un chisguete de Super Glue (el pobre pensaba que reparar una ley física era algo así como pegar sus gafas).

Por su parte la ciudad estaba inmersa en un caos. Resulta que la ley física averiada era muy importante para no sé que cosa y la superpoblada ciudad enfrentaba serios problemas de circulación. Al instante el pequeñín del alcalde, don César, dispuso a todos los físicos de la ciudad para que salieran a dar indicaciones sobre lo que la gente debía hacer en casos como éste. Digamos que en la práctica hicieron de policías de tránsito. Ordenaban a la gente, repartían folletos informativos e instaban al público a no caer en la histeria. Y todos los físicos hicieron muy bien su trabajo, y hay que felicitarlos, menos a los de la universidad nacional, eso sí, que justo ese día estaban de huelga, y que para variar habían tomado el campus.

Las disposiciones por ese lado, como ya dije se hicieron muy bien. Pero el plan del alcalde no se terminaba. Dispuso también investigadores secretos con doctorados en física nuclear y fórmulas desaparecidas, o sea que tuvo que traerlos de otra ciudad; para que averiguasen dónde ocurrió la descompostura y que hallaran al culpable en un corto plazo. Y fiel a su estilo ofreció recompensa. Para el final de la mañana la cabeza de Habichuela tenía precio, vivo o muerto: 1 000$ a hacerse efectivos en bonos de la municipalidad, esto último lo escribió con letra pequeña. Así que salieron agentes encubiertos a investigar por todos los distritos de la ciudad sedientos de la recompensa, porque como físicos que eran, en el Perú sólo les llegaba para hacer taxi.

Y en otra parte de la ciudad, específicamente en Monserrate, al frente del hospital de la Sanidad en una casa y en una habitación, Habichuela apartaba su Lap top, exhausto de navegar y de no encontrar referencias a la ley que había roto. El muchacho había ingresado las búsquedas hasta en el último de los buscadores de la web sin encontrar resultados, había merodeado y abierto temas de consulta hasta en el más insospechado de los foros, y encima dando su nombre y dirección real; pero nadie le había podido dar respuesta. De forma que, a raíz de esto, dicho sea de paso, si el alcalde don César fuera lo suficientemente listo, ya lo hubiera rastreado por internet.