En fin, Habichuela en plena desesperación recurrió de nuevo a su cara de El grito, y se puso a pensar. Seguramente era una ley física menor la que había roto, o en el peor de los casos aún sin descubrir.
Se pasó esa noche en vela reordenando los componentes de la fórmula como mejor le parecía que iban, y siempre le sobraban piezas. Se apiló cuadernillos y cuadernillos de ciencias que guardaba de cuando fue a la academia, se acabó un termo lleno de café y luego pasó al de limonada. Nunca se había trasnochado tanto y con tan pocos resultados. A la mañana siguiente al menos ya se había convencido de que el radicando no podía llevar ningún signo negativo, y que el igual, forzosamente debía separar dos partes equivalentes de la ley. Pobre, pero era su esfuerzo. Los siguientes días los pasó en vilo, luego de que esa mañana decidiera salirse de su cuarto para tomar un poco de aire fresco y su viejo lo asaltara propiciando uno de esos diálogos que no hace falta mencionar.
-Te ves cansado, hijo.
-Sí, estoy cansado.
-Ah ya, descansa un poco.
-Está bien.
Y al cabo se puso a ver tele mientras comía pan con mantequilla. Por puro azar del destino puso un canal regional y le dio un brinco el corazón cuando escuchó en las noticias el precio que tenía su cabeza. Con las mismas se volvió a su habitación a seguir trabajando.
-Hijo, dejaste la tele encendida.
-Ya.
-Ok.
Para el jueves Habichuela ya había conseguido grandes avances, sus conocimientos físicos y matemáticos habían aumentado considerablemente y sólo le faltaban dos componentes por acomodar en la ecuación.
Mientras tanto, en el sillón municipal un mensajero del alcalde llegaba con noticias sobre la investigación.
-Donde César, tengo buenas nuevas.
-Hablad, hijo mío- y cual padre benévolo le palmeó la espalda más tiempo de lo que es prudente, a lo que toda la corte municipal susurró: oñoñoy.
-Señor-dijo el mensajero apartándose un par de pasos-. Nuestros investigadores encontraron en internet la identidad de un posible sospechoso. Un joven llamado Habichuela, que a la tarde del lunes pasado se dio de alta en un foro de corte y confección tan sólo para abrir un tema de título: ¿Cómo cuernos se repara una ley física rota?? Al instante buscamos en nuestra base de datos y localizamos su dirección, Señor. Vive en Monserrate, manzana Ñ’ lote **** y número *****.
-Excelente, hijo mío-le iba a palmear la espalda de nuevo pero el mensajero ya la estaba picando-. Mandad un grupo de agentes a cercar el perímetro.
-Eureka!!
Habichuela acababa de recomponer la ley física. El pobre estaba exhausto, se fue a pegar un duchazo, se cambió de ropa y desechó de su habitación los cientos de papeles que eran sus anotaciones y las ecuaciones precedentes que ideó para recomponer la ley, en resumen un trabajazo de esos que en Suiza se premian con un Nóbel, porque además la ley aún no había sido descubierta. Lástima que por cuestiones de estupidez, todo aquello fue a parar a la basura.
Bueno, el último paso era fijar la ecuación con Súper Glue, cosa que hizo en unos minutos (resultó que , al final, reparar la ley sí era algo parecido a pegar un par de gafas). La metió en su mochila y salió disparado al parquecito de las dos palmeras donde empezó todo el lío. Al llegar, sólo él pudo distinguir una especie de agujero negro muy pequeño que no se tragaba nada a su alrededor, encima había un letrero que decía: Deposite aquí los fragmentos de ley rotos para su autoreparación. A lo que a Habichuela casi le da un ataque, pero en fin. Se dispuso a depositar la ley pegada con Súper Glue, cuando de pronto un par de patrullas llegaron a mil por hora y aparcaron frente a su casa. Salieron de los autos unos tipos de lo más parecidos al escuadrón SWAT, sólo que más chatitos y barrigones. Se metieron a su casa y no salieron en un rato hasta que bajaron con su viejo y él decía algo parecido a:
-No, si buscan a mi hijo él ha salido.
-Ah ya-dijo el jefe de los SWAT, un señor con bigote.
-Pero más de un rato vuelve, déjenme el recadito.
-No hombre, mejor lo esperamos aquí-y mirando a la bodega de la esquina que ya abría-¿Le echa unos traguitos?
-No tomo, pero le acompaño.
Y se pusieron a conversar al ritmo de unas Cheladas.
Entonces Habichuela, calculando que en cuestión de segundos alguno de los hombres SWAT que sí estaban atentos en hacer su trabajo lo encontrarían (era cuestión de alzar la mirada hacia el parquecito), apuró la ecuación de su mochila y la deposito en el pequeño agujero negro. Al instante una especie de luz lo cegó y luego una fuerza de expansión lo sacó volando, lo bueno es que cayó en el césped. Y de pronto en toda la ciudad se oyó un fuerte ruido de ¡Pum! que la gente oportunamente entendió como el sonido de que ya la ley se había reparado.
Justo los físicos de la universidad suspendieron su huelga y dijeron: Ya podemos ayudarles.
Pero ya nadie fuera de la facultad los necesitaba.