12 may 2008

Cogió su lapicero,

miró la hoja y luego la ventana. Dejó su lapicero, miró la puerta. Otro alumno llegaba tarde al examen. Cogió su lapicero. Estaba tomando aire para empezar. La perspectiva de tener que llenar seis caras de papel blanco de purita filosofía se le presentaba muy...ardua, jeje, dijo. Intercaló más miradas hoja-lapicero-techo-ventana. Cerró los ojos, y la nube del sueño le dijo "ven, yo te ayudo a llenar el examen".

Se soñó en su verdadera casa, y también en el sofá. Dormía en la sala porque un estudiante alquilaba su habitación desde hacía medio año. Las otras habitaciones igual. Tres estudiantes que a las finales alquilaban todo el departamento. Su padre hacía un año que se mudó a vivir con su hermano. Y los estudiantes, que por sobre todo eran como trolls: cochinos y brutos; mantenían responsablemente la casa convertida en un muladar a menor escala. Todo naufragaba entre desperdicios de comida, envoltorios y cubiertos. Era increíble. Los enseres de limpieza yacían sepultados por alguna parte. Nadie se molestaba en buscarlos. Siempre que mataban una araña, cucaracha o cosa peor, sólo habrían la ventana y fiuuuuuuu, echaban el cadáver del insecto a donde lo lleve el viento. Igual, Habichu' tenía que ir con cuidado para que no le piquen. Esa noche tuvo que desalojar del sofá toda clase de hormigas, arañas y más bichos raros que no había visto antes, quién sabe si una nueva especie producto del hábitat tan fantástico que ofrecía su casa.

Cof, cof, tosió uno de los estudiantes cuando bajaron a la calle, esa mañana hacía frío en particular. Ya lo sabía Habichuela, medio sonámbulo. Cayó hacia dentro cuando abrieron la reja. Llevaba dormido un par de horas porque cuando llegó fue tan temprano que nadie quiso oír el timbre. Hola, qué tal; le saludaron en un pésimo idioma humano, la lengua troll les sentaba mejor: estas son tus llaves, chau. El pobre pasó y subió cansadísimo las escaleras y adolorido porque uno de los trolls le tiró un coscorrón afectuoso a manera de saludo. Último escalón, introdujo la llave y abrió. No vio casa.

A ver, fue como si hubieran metido su departamento en una coctelera. Todo al revés. Habichuela no tuvo un solo recuerdo de su adolescencia para evocar en medio de esa desolación. Pasó unas vacaciones terribles.

Aquella noche trepó al sofá, y se quedó dormido rápidamente. Estaba en un examen de la academia, y él miraba su lapicero, luego el techo, la ventana, la hoja...todo intercalado una y otra vez. Y soñó que en su sueño una nube lo adormecía. No, no; se dijo; no podía dormir. Quedaba media hora y aún no había empezado, rayos, rayos...miró la hoja, cogió su lapicero, pero al instante giró la cabeza hacia la ventana, luego miró el techo, su reloj, la hoja, dejó su lapicero, todo intercalado... y sobre su cabeza algo sonó puuuufff, como nube que se mueve... entonces despertó del sueño intraquilo, quién sabe dónde. Él miró a su alrededor.