Se molió los huesos en el suelo de piedra. A través de la ventana, el alma, luego de asomarse demasiado para tocar la noche con la punta de la nariz.
Se incorporó sacudiéndose el polvo estelar, pero sintió el jalón antes de bajar a mirar la carretera tras las verjas de la casa. Un hilo de plata le unía a su cuerpo del otro extremo, a cada paso se tensaba más, prohibiéndole la noche
-Ah!
Tiró del hilo con ambas manos, muy fuerte hasta lastimarse y dejarlo. Pero con el último intento pudo ver que algo de cuerpo había logrado arrastrar. Un brazo ya colgaba del marco de la ventana. Y el hilo había aflojado un poco, pero no suficiente, porque sus pasos esforzados resbalaban todavía sobre el trecho que no lograba alcanzar. Desesperaba y alargaba la mano para sentir más frío, más viento, tocar el jardín que a esas horas murmuraba su excitación con sonidos diversos, detallados y extraños. Y de pronto toda la noche se le hacía especialmente deliciosa, exquisita, y muy en contraste con el radio que le marcaba el estúpido hilo plateado, insípido hasta no poder más.
-Insípido y egoísta-grito. Lo olió y tampoco olía nada.
-Inodoro-añadió- y cruel.
Esto último porque miro sus manos, y la sangre se le derramaba. Pero el hilo seguía sin inmutarse. Además de todo irrompible. Apretó los dientes y tiró otra vez del hilo, esta vez haciendo rabietas. Y tiró otra vez, con más furia, lastimándose de nuevo; pero impulsado por su deseo de traerse abajo el cuerpo que tanto le estorbaba. Los brazos ya colgaban de la ventana, la cabeza, medio cuerpo ahora, y la cintura. Ya sólo le quedaba un último jalón, pero se detuvo. No sería capaz, pensó. Se mataría talvez, o se haría mucho daño. Pero la noche le sedujo otra vez, le besó en la nuca y en los labios, hay más de lo que ves. Y le habló de los viñedos, más lejos, a medio camino, de otros jardines y noches más claras, frías y complacientes. El otoño ya ha terminado, le decía, las flores, las flores de los cercis, no, no...ya son rosadas,le susurró al oído, le acarició... y caen a cientos, porque no se dan abasto entre las ramas...Así le endulzó el entendimiento, así le dijo y le siguió diciendo tanto, que fue capaz, tuvo la fuerza en los brazos y toda la determinación del mundo, a pesar del dolor de las manos, de los dedos trizados, fue capaz, mucho, mucho.
Traté de seguirle, pero mi propio hilo de plata ya estaba tenso al máximo. Habichuela dormía del otro extremo, y yo no era capaz de hacerle daño. Así que sólo lo vi marchar. Se fue arrastrando los brazos, sangrando el camino; jalando del cuerpo al que estaba atado.
Se incorporó sacudiéndose el polvo estelar, pero sintió el jalón antes de bajar a mirar la carretera tras las verjas de la casa. Un hilo de plata le unía a su cuerpo del otro extremo, a cada paso se tensaba más, prohibiéndole la noche
-Ah!
Tiró del hilo con ambas manos, muy fuerte hasta lastimarse y dejarlo. Pero con el último intento pudo ver que algo de cuerpo había logrado arrastrar. Un brazo ya colgaba del marco de la ventana. Y el hilo había aflojado un poco, pero no suficiente, porque sus pasos esforzados resbalaban todavía sobre el trecho que no lograba alcanzar. Desesperaba y alargaba la mano para sentir más frío, más viento, tocar el jardín que a esas horas murmuraba su excitación con sonidos diversos, detallados y extraños. Y de pronto toda la noche se le hacía especialmente deliciosa, exquisita, y muy en contraste con el radio que le marcaba el estúpido hilo plateado, insípido hasta no poder más.
-Insípido y egoísta-grito. Lo olió y tampoco olía nada.
-Inodoro-añadió- y cruel.
Esto último porque miro sus manos, y la sangre se le derramaba. Pero el hilo seguía sin inmutarse. Además de todo irrompible. Apretó los dientes y tiró otra vez del hilo, esta vez haciendo rabietas. Y tiró otra vez, con más furia, lastimándose de nuevo; pero impulsado por su deseo de traerse abajo el cuerpo que tanto le estorbaba. Los brazos ya colgaban de la ventana, la cabeza, medio cuerpo ahora, y la cintura. Ya sólo le quedaba un último jalón, pero se detuvo. No sería capaz, pensó. Se mataría talvez, o se haría mucho daño. Pero la noche le sedujo otra vez, le besó en la nuca y en los labios, hay más de lo que ves. Y le habló de los viñedos, más lejos, a medio camino, de otros jardines y noches más claras, frías y complacientes. El otoño ya ha terminado, le decía, las flores, las flores de los cercis, no, no...ya son rosadas,le susurró al oído, le acarició... y caen a cientos, porque no se dan abasto entre las ramas...Así le endulzó el entendimiento, así le dijo y le siguió diciendo tanto, que fue capaz, tuvo la fuerza en los brazos y toda la determinación del mundo, a pesar del dolor de las manos, de los dedos trizados, fue capaz, mucho, mucho.
Traté de seguirle, pero mi propio hilo de plata ya estaba tenso al máximo. Habichuela dormía del otro extremo, y yo no era capaz de hacerle daño. Así que sólo lo vi marchar. Se fue arrastrando los brazos, sangrando el camino; jalando del cuerpo al que estaba atado.
2 dijeron...:
Me gustó el toque fantasioso que tiene (o al menos yo percibí eso). La descripción, tanto de la noche, del hilo, del dolor, estuvo realmente muy bien. Al inicio demoras en adaptarte a tu manera de ver lo que sucede (tú eres el creador), pero uno se logra adaptar gracias a que realmente atrapa la lectura. Sigue así xD.
me dio miedo =,( ya sé que yo no sé mucho de estas cosas, pero a mi tb me fasinó la descripción de la noche =), pero me dio miedo =S, literalmente estuvo muy bien :p utilizas bastantes recursos literarios, si lo lee Dalia te pone 20 y un abrazo jaja... tqm,yo más..(lo)
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