La mujer subió en Paseo de Gracia, y no paró de dar alaridos hasta que bajó, en Liceu, creo.
-A ti, sí... a ti-le gritaba a su reflejo en el cristal de las compuertas- No te quiero ver ni en pintura.
No tardó en atraer sobre sí toda la atención. En el vagón todos nos miramos muy de acuerdo: Sí, Está loca.
Bien, me dije, y a continuación lancé una mirada de: Y ahora qué, muchachos? A lo cual todo el mundo me respondió con la mirada de antes: Sí, está loca. Ya lo sé, rayos...pero ahora qué!
Al cabo de un rato había empezado a bizquear de tanto lanzar miraditas consecutivas. Nadie me hizo caso, así que volví los ojos a mi libro de crónicas latinoamericanas.
El capitán Hernando de Soto acababa de hacerle mate a Juan Riquelme. Todo por culpa del consejo del lambido de Atahualpa que, como se aburría en su celda, le había dado por aprender el ajedrez tan sólo mirando jugar a sus captores.
-Sí, a ti. Ni en pintura, me oyes?... ni en pintura. No me importa que te vayas con el comodín. Yo no te quiero ver, no, no. Sí, sí, te voy a señalar, te señalo. Tú, tú, ni en pintura.
La mujer de los alaridos seguía ensañada contra su reflejo, y además no me dejaba mantener la atención en mi lectura. Entonces yo, muy didácticamente, superpuse la historia que leía con lo que estaba ocurriendo: A pesar de todo el Inca se había arriesgado a hacer algo que nadie se hubiera atrevido. Fue tozudo, inteligente y terminó ganándose la simpatía de Soto. Sí, eso hizo. Y yo debía seguir su ejemplo.
Alcé la vista, suspirando de resignación. Un vistazo al vagón. Todo el mundo seguía con la miradita de "Sí, está loca". Entonces cerré el libro, lo guardé, y me acomodé las gafas. Ojalá que esto sea discreto.
-Sí, a ti. Ni en pintu...
-Señora! ...se encuentra bien?
La mujer me miró raro, como si no se lo esperara. Yo prefería mantener mi atención en ella, puesto que ya me imaginaba a todo el mundo viéndome con curiosidad: Sí, míralo; es el terco que preguntaba eso de y ahora qué... sí, es él, juas juas.
-Lárgate-me dijo- vete.
Y continuó hablando con su reflejo.
-Señora, vamos. No es normal lo que usted está haciendo. Mire, conversemos.
Ella me miró casi haciendo pucheros. Y todos en el vagón estuvieron de acuerdo en que yo era un pesado.
-Vale-cedió-, me llamo Clara. Y tú?
La gente del vagón casi me aplaude.
-Lindo nombre-desvarié-. Clara...
-¡Que cómo te llamas, %&#%&!-me gritó en la cara.
-Emm...Rodrigo.
Fue el primer nombre que me vino a la mente. En circunstancias como esa, no le puedes decir a una tía loca que te llamas Habichuela, o pensará que en realidad eres tú quien necesita la ayuda psiquiátrica.
El metro se detuvo. La vocecita por los parlantes anunció: Liceu.
-Aquí me bajo-dijo ella, y movió la cabeza invitándome a seguirla. Me lo pensé, me lo pensé.
-No, lo siento. Tengo cosas que hacer.
Ella puso cara de decepción. Volteó buscando su reflejo para gritarle una vez más, pero las compuertas estaban abiertas y no había cristal que reflejara. Bajó y se perdió entre el gentío. Yo no supe si sentirme satisfecho. Volví a mi lugar y retomé la lectura. Atahualpa, Atahualpa; me dije, lo intenté al menos. Y seguí leyendo el resto de la crónica que en resumen decía algo como:
...por su intromisión, el Inca se ganó el resentimiento de Riquelme, quien no soportó haber perdido por consejo del indígena. Fue él mismo quien posteriormente dio el voto decisivo a favor de su ejecución.
Por lambido, pensé. El metro se había detenido. Yo me bajaba en Paralel.
-A ti, sí... a ti-le gritaba a su reflejo en el cristal de las compuertas- No te quiero ver ni en pintura.
No tardó en atraer sobre sí toda la atención. En el vagón todos nos miramos muy de acuerdo: Sí, Está loca.
Bien, me dije, y a continuación lancé una mirada de: Y ahora qué, muchachos? A lo cual todo el mundo me respondió con la mirada de antes: Sí, está loca. Ya lo sé, rayos...pero ahora qué!
Al cabo de un rato había empezado a bizquear de tanto lanzar miraditas consecutivas. Nadie me hizo caso, así que volví los ojos a mi libro de crónicas latinoamericanas.
El capitán Hernando de Soto acababa de hacerle mate a Juan Riquelme. Todo por culpa del consejo del lambido de Atahualpa que, como se aburría en su celda, le había dado por aprender el ajedrez tan sólo mirando jugar a sus captores.
-Sí, a ti. Ni en pintura, me oyes?... ni en pintura. No me importa que te vayas con el comodín. Yo no te quiero ver, no, no. Sí, sí, te voy a señalar, te señalo. Tú, tú, ni en pintura.
La mujer de los alaridos seguía ensañada contra su reflejo, y además no me dejaba mantener la atención en mi lectura. Entonces yo, muy didácticamente, superpuse la historia que leía con lo que estaba ocurriendo: A pesar de todo el Inca se había arriesgado a hacer algo que nadie se hubiera atrevido. Fue tozudo, inteligente y terminó ganándose la simpatía de Soto. Sí, eso hizo. Y yo debía seguir su ejemplo.
Alcé la vista, suspirando de resignación. Un vistazo al vagón. Todo el mundo seguía con la miradita de "Sí, está loca". Entonces cerré el libro, lo guardé, y me acomodé las gafas. Ojalá que esto sea discreto.
-Sí, a ti. Ni en pintu...
-Señora! ...se encuentra bien?
La mujer me miró raro, como si no se lo esperara. Yo prefería mantener mi atención en ella, puesto que ya me imaginaba a todo el mundo viéndome con curiosidad: Sí, míralo; es el terco que preguntaba eso de y ahora qué... sí, es él, juas juas.
-Lárgate-me dijo- vete.
Y continuó hablando con su reflejo.
-Señora, vamos. No es normal lo que usted está haciendo. Mire, conversemos.
Ella me miró casi haciendo pucheros. Y todos en el vagón estuvieron de acuerdo en que yo era un pesado.
-Vale-cedió-, me llamo Clara. Y tú?
La gente del vagón casi me aplaude.
-Lindo nombre-desvarié-. Clara...
-¡Que cómo te llamas, %&#%&!-me gritó en la cara.
-Emm...Rodrigo.
Fue el primer nombre que me vino a la mente. En circunstancias como esa, no le puedes decir a una tía loca que te llamas Habichuela, o pensará que en realidad eres tú quien necesita la ayuda psiquiátrica.
El metro se detuvo. La vocecita por los parlantes anunció: Liceu.
-Aquí me bajo-dijo ella, y movió la cabeza invitándome a seguirla. Me lo pensé, me lo pensé.
-No, lo siento. Tengo cosas que hacer.
Ella puso cara de decepción. Volteó buscando su reflejo para gritarle una vez más, pero las compuertas estaban abiertas y no había cristal que reflejara. Bajó y se perdió entre el gentío. Yo no supe si sentirme satisfecho. Volví a mi lugar y retomé la lectura. Atahualpa, Atahualpa; me dije, lo intenté al menos. Y seguí leyendo el resto de la crónica que en resumen decía algo como:
...por su intromisión, el Inca se ganó el resentimiento de Riquelme, quien no soportó haber perdido por consejo del indígena. Fue él mismo quien posteriormente dio el voto decisivo a favor de su ejecución.
Por lambido, pensé. El metro se había detenido. Yo me bajaba en Paralel.
5 dijeron...:
Buen inicio, captura la atención de inmediato. Logras que la tensión se mantenga hasta el final. Me gustó xD. Esa Habichuela cómo se alucina Atahualpa xD.
una vez mas , lo haz conseguido gatus!! admiro mucho tu creatividad , ia me gustaría a mi hacer ese tipo de escritos ^^
deberías pensarte de hacer algun cuentp-libro mas larguito! seguro ke te sale gnial!!
x aki x bcn hay mucha gente pirada ^^ , no se si habrás visto x las ramblas a un tio caminando totalmente desnudo , con un pircing en su..... lalalala , y todo el cuerpo tatuado! , no me imagino como será si te acerkas a el y le dicess : hola , soy habichuela , se encuentra usted bien? esto k hace no es normal!
jejeej
Nos vemos gatusss
chevere..tantas cosas pasan alla jeje, debe ser algo divertido, tan lindo tu caracter jeje, y conseguiste tu acometido, felicitaciones! sigue asi...no hay muchas personas como tu por ahi jeje..tqm
xDD...alverjita reportandose!!..ojala q ahora si te llegue mi comentario O.o
tuvo chvr...pero io piensoq tu tas mas loco q la sra xDD
beso!! n_n
Definitivamente o Habichuela es muy valiente o está más demente que la señora... jajajaXD
Tus líneas despiertan el héroe que todos tenemos dentro, es esta la esencia del mismo.
la china velás...
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