29 ene 2009
7 nov 2008
Anuncio
Acabo de fichar por un nuevo blog que es mío, osea que me fiché yo solo. El punto es que ya no más habichuela sin gracia, o más bien dicho no más blog de habichuela sin gracia o quién sabe, porque este alter ego se muda a aquí no hay combis...acá sí con su amigo Wingerr noctámbulo del living room. El diseño ta bonito y los post de Wingerr también, o eso creemos. Recién hemos empezado y tenemos para rato, mientras nos dure la red, así que para los agricultores que casualmente se encuentran con este humilde blog mientras buscan información para sus cultivos de habichuela, ya pueden ir dándose una vuelta por el blog antes mencionado donde, al igual que antes, no encontrarán nada. Además, si no saben lo que es una combi, ya se enterarán, esperamos. Y a los que no son agricultores y me leen con premeditación, pueden seguir ejerciendo su derecho.
Habichuela no ha muerto u_u
10 sept 2008
Puzzle, final u_u
En fin, Habichuela en plena desesperación recurrió de nuevo a su cara de El grito, y se puso a pensar. Seguramente era una ley física menor la que había roto, o en el peor de los casos aún sin descubrir.
Se pasó esa noche en vela reordenando los componentes de la fórmula como mejor le parecía que iban, y siempre le sobraban piezas. Se apiló cuadernillos y cuadernillos de ciencias que guardaba de cuando fue a la academia, se acabó un termo lleno de café y luego pasó al de limonada. Nunca se había trasnochado tanto y con tan pocos resultados. A la mañana siguiente al menos ya se había convencido de que el radicando no podía llevar ningún signo negativo, y que el igual, forzosamente debía separar dos partes equivalentes de la ley. Pobre, pero era su esfuerzo. Los siguientes días los pasó en vilo, luego de que esa mañana decidiera salirse de su cuarto para tomar un poco de aire fresco y su viejo lo asaltara propiciando uno de esos diálogos que no hace falta mencionar.
-Te ves cansado, hijo.
-Sí, estoy cansado.
-Ah ya, descansa un poco.
-Está bien.
Y al cabo se puso a ver tele mientras comía pan con mantequilla. Por puro azar del destino puso un canal regional y le dio un brinco el corazón cuando escuchó en las noticias el precio que tenía su cabeza. Con las mismas se volvió a su habitación a seguir trabajando.
-Hijo, dejaste la tele encendida.
-Ya.
-Ok.
Para el jueves Habichuela ya había conseguido grandes avances, sus conocimientos físicos y matemáticos habían aumentado considerablemente y sólo le faltaban dos componentes por acomodar en la ecuación.
Mientras tanto, en el sillón municipal un mensajero del alcalde llegaba con noticias sobre la investigación.
-Donde César, tengo buenas nuevas.
-Hablad, hijo mío- y cual padre benévolo le palmeó la espalda más tiempo de lo que es prudente, a lo que toda la corte municipal susurró: oñoñoy.
-Señor-dijo el mensajero apartándose un par de pasos-. Nuestros investigadores encontraron en internet la identidad de un posible sospechoso. Un joven llamado Habichuela, que a la tarde del lunes pasado se dio de alta en un foro de corte y confección tan sólo para abrir un tema de título: ¿Cómo cuernos se repara una ley física rota?? Al instante buscamos en nuestra base de datos y localizamos su dirección, Señor. Vive en Monserrate, manzana Ñ’ lote **** y número *****.
-Excelente, hijo mío-le iba a palmear la espalda de nuevo pero el mensajero ya la estaba picando-. Mandad un grupo de agentes a cercar el perímetro.
-Eureka!!
Habichuela acababa de recomponer la ley física. El pobre estaba exhausto, se fue a pegar un duchazo, se cambió de ropa y desechó de su habitación los cientos de papeles que eran sus anotaciones y las ecuaciones precedentes que ideó para recomponer la ley, en resumen un trabajazo de esos que en Suiza se premian con un Nóbel, porque además la ley aún no había sido descubierta. Lástima que por cuestiones de estupidez, todo aquello fue a parar a la basura.
Bueno, el último paso era fijar la ecuación con Súper Glue, cosa que hizo en unos minutos (resultó que , al final, reparar la ley sí era algo parecido a pegar un par de gafas). La metió en su mochila y salió disparado al parquecito de las dos palmeras donde empezó todo el lío. Al llegar, sólo él pudo distinguir una especie de agujero negro muy pequeño que no se tragaba nada a su alrededor, encima había un letrero que decía: Deposite aquí los fragmentos de ley rotos para su autoreparación. A lo que a Habichuela casi le da un ataque, pero en fin. Se dispuso a depositar la ley pegada con Súper Glue, cuando de pronto un par de patrullas llegaron a mil por hora y aparcaron frente a su casa. Salieron de los autos unos tipos de lo más parecidos al escuadrón SWAT, sólo que más chatitos y barrigones. Se metieron a su casa y no salieron en un rato hasta que bajaron con su viejo y él decía algo parecido a:
-No, si buscan a mi hijo él ha salido.
-Ah ya-dijo el jefe de los SWAT, un señor con bigote.
-Pero más de un rato vuelve, déjenme el recadito.
-No hombre, mejor lo esperamos aquí-y mirando a la bodega de la esquina que ya abría-¿Le echa unos traguitos?
-No tomo, pero le acompaño.
Y se pusieron a conversar al ritmo de unas Cheladas.
Entonces Habichuela, calculando que en cuestión de segundos alguno de los hombres SWAT que sí estaban atentos en hacer su trabajo lo encontrarían (era cuestión de alzar la mirada hacia el parquecito), apuró la ecuación de su mochila y la deposito en el pequeño agujero negro. Al instante una especie de luz lo cegó y luego una fuerza de expansión lo sacó volando, lo bueno es que cayó en el césped. Y de pronto en toda la ciudad se oyó un fuerte ruido de ¡Pum! que la gente oportunamente entendió como el sonido de que ya la ley se había reparado.
Justo los físicos de la universidad suspendieron su huelga y dijeron: Ya podemos ayudarles.
Pero ya nadie fuera de la facultad los necesitaba.
Puzzle, I parte
Era un tipo que iba caminando un lunes por el parque que hay por su casa y que tiene dos palmeras absolutamente desentendidas de lo que voy a contar, porque así son las palmeras.
Digo que el muchacho, no pasaba los veinte, iba hasta su casa en el edificio de la izquierda, luego del pasaje y llegando a la esquina; tenía el estómago lleno y sólo le apetecía llegar a tirarse en su sofá y leer las historietas de Spiderman que un diario local estaba sacando en suplementos. Sí, era friki, desde que tenía memoria, desde mucho antes, desde el primer dibujo animado que vio y hasta ahora que los sigue viendo. Digo, de la tele por cable sólo le servían tres canales: Nick, Animax y Jetix. A veces hacía un repaso mental de todas las series que veía, recordaba los diálogos, los gestos de los personajes, y se reía solito con un sonido bien gutural.
Y allí estaba él, ahora corriendo a toda prisa porque recordó de pronto que dejó la tele encendida antes de irse a comer y no quería que le regañaran. A dos cuadras de su casa sacó la cadenita de la que colgaban sus llaves y bueno, ya que estaba corriendo estilo ninja la empezó a sacudir por el aire como si fuera un nunchaku, aunque de una forma muy torpe. Slash, atravesaba el viento serpenteando la cadenita con unos movimientos que rozaban irresponsablemente los límites de la física. Para, detente, idiota; le dijo su conciencia, que, cabe la aclaración, se desentendía completamente de sus estupideces. Pero él no le hizo caso y fue en una de esas idas y venidas que de tanto revolver la cadenita, se rompió una ley física, así nomás, de puro Idiota.
Pum!, sonó. ¿Han escuchado alguna vez a un avión romper la barrera del sonido? Ya, así no fue. Pero se escuchó en toda la ciudad y la gente se paró en seco preguntándose que ocurrió. Madres con bebes en brazos, hombres de terno y maletín, vendedores ambulantes, choferes de micro, y travestis que te ofrecen caramelos cuando vas por ahí con tu flaca.
Y así, como dicen que la física está en todas partes, el sonido no tuvo ningún epicentro, aunque la rotura sí. Porque a la ley se la cargaron precisamente en Monserrate, por el hospital de la Sanidad, al frente, en el parquecito de las dos palmeras.
El muchacho éste, digámosle, no sé, cualquier nombre al azar: Habichuela. Luego de darse cuenta de lo que había hecho, se llevó las manos al rostro y puso una cara de lo más parecida a El grito de Munch. Miró al suelo y vio todos los restos esparcidos de lo que en vida fue la fórmula de una ley física. Variables y constantes, signos de paréntesis y de radicación yacían en el suelo, inertes, sin respiración. El muchacho aterrado los junto a todos en un montoncito y se los guardó en el bolsillo, y ahora sí safó corriendo hasta su casa y llego al toque, porque estaba a media calle de distancia. Entró y fue a su habitación, cerró con llave, y barrió su mesa de un manotazo.
-¿Habichuela, te pasa algo?-preguntó su viejo del otro lado.
-No, toy bien.
-Ah ya. Dejaste la tele encendida.
-Lo siento, es que estaba apurado.
-Bueno, que no vuelva a ocurrir.
-Sí, papi.
Luego de este diálogo absolutamente innecesario de narrar, Habichuela depositó todos los componentes de la fórmula en su mesa de trabajo. El problema es que siempre aprobó física con las justas, así que no tenía puñetera idea de cómo era el orden de la fórmula. Lo dejó para luego, ya tendría tiempo de buscar en internet. Por lo pronto le interesó dejar las herramientas listas. No necesitaría muchas. Primero, guantes de plástico para maniobrar las constantes y las variables y lo demás, no debía dejar sus huellas digitales en el cuerpo del occiso (lo vio en un capítulo de CSI) y segundo, y con mucho orgullo, sacó de su cajón un chisguete de Super Glue (el pobre pensaba que reparar una ley física era algo así como pegar sus gafas).
Por su parte la ciudad estaba inmersa en un caos. Resulta que la ley física averiada era muy importante para no sé que cosa y la superpoblada ciudad enfrentaba serios problemas de circulación. Al instante el pequeñín del alcalde, don César, dispuso a todos los físicos de la ciudad para que salieran a dar indicaciones sobre lo que la gente debía hacer en casos como éste. Digamos que en la práctica hicieron de policías de tránsito. Ordenaban a la gente, repartían folletos informativos e instaban al público a no caer en la histeria. Y todos los físicos hicieron muy bien su trabajo, y hay que felicitarlos, menos a los de la universidad nacional, eso sí, que justo ese día estaban de huelga, y que para variar habían tomado el campus.
Las disposiciones por ese lado, como ya dije se hicieron muy bien. Pero el plan del alcalde no se terminaba. Dispuso también investigadores secretos con doctorados en física nuclear y fórmulas desaparecidas, o sea que tuvo que traerlos de otra ciudad; para que averiguasen dónde ocurrió la descompostura y que hallaran al culpable en un corto plazo. Y fiel a su estilo ofreció recompensa. Para el final de la mañana la cabeza de Habichuela tenía precio, vivo o muerto: 1 000$ a hacerse efectivos en bonos de la municipalidad, esto último lo escribió con letra pequeña. Así que salieron agentes encubiertos a investigar por todos los distritos de la ciudad sedientos de la recompensa, porque como físicos que eran, en el Perú sólo les llegaba para hacer taxi.
Y en otra parte de la ciudad, específicamente en Monserrate, al frente del hospital de la Sanidad en una casa y en una habitación, Habichuela apartaba su Lap top, exhausto de navegar y de no encontrar referencias a la ley que había roto. El muchacho había ingresado las búsquedas hasta en el último de los buscadores de la web sin encontrar resultados, había merodeado y abierto temas de consulta hasta en el más insospechado de los foros, y encima dando su nombre y dirección real; pero nadie le había podido dar respuesta. De forma que, a raíz de esto, dicho sea de paso, si el alcalde don César fuera lo suficientemente listo, ya lo hubiera rastreado por internet.
30 jul 2008
a98-ventanilla 2...espere usted sus tres horas hasta que le toque
Era un banco joven que quería hacerse de un nombre en la ciudad. Empezó dando créditos a intereses bajos, y no funcionó. Se publicitó por la tele, y empezó a llegar algo de gente pero no demasiada. Al gerente se le ocurrió sortear automóviles, viajes a Kuala Lumpur (no sé por qué, pero dicen que es bonito) y unos boletos para la final de la Champions que nadie ganó porque ni se enteraron.
Así que una noche el tipo en vez de suicidarse, dio un paseo por sus oficinas, los corredores, las ventanillas, tratando de meditar una solución. Pero como esto no era su fuerte más bien cogió un bate de béisbol y se soltó dando palos a diestra y siniestra, lo cual para variar, le dio una idea.
A pesar de la falta de presencia que tenía su banco, sabía muy bien cuál era su fuerte: el trato al cliente, puesto que además eran una empresa relativamente modesta. De forma que modificó los anuncios por tele y esta vez resaltó lo buenos y serviciales que eran sus empleados, nunca trataban mal a nadie, y el servicio era muy rápido, todo bien organizado, sin largas colas ni embrollos. Eso dijo, pero bueno, esto lo dicen todos los bancos, no tiene nada de nuevo. Entonces añadió que si ocurría lo contrario, el cliente muy bien podía coger un bate de béisbol y darle de golpes a lo que fuera, tal como hizo él esa noche (salvo que esto no lo mencionó). Y en fin, se llenaron de clientes. Todo el mundo estaba ansioso por encontrar el indicio más mínimo de mal trato. Provocaban a los trabajadores ligeramente e inventaban embrollos que eficientemente desbarataban al instante los buenos y pacientes funcionarios, y pasaron meses y nadie pudo levantar ninguna queja. Pero como ningún sistema es infalible, yo una vez fui a ese banco.
En el camino pasé debajo de una escalera, pise caca de perro y me salpicó de lodo un auto; y más por culpa mía que de ellos se tardaron una hora en atenderme porque encima me olvidé las gafas y leí mal mi número de ticket, que a las finales resultó que sí estaba ligeramente mal impreso. Llegó el gerente y todo, comprobó la situación (yo no mencioné lo de las gafas, estaba furioso) y me entregó un bate de béisbol con todo su pesar y casi llorando. Me hubiera ofrecido dinero por mi silencio, pero quién sabe cómo se enteró la prensa y ya estaban tomando fotos y grabando el momento. Y yo feliz de la ira lo tomé y fui directo a una computadora que tuve cerca. La desenchufé, no vaya a ser que me electrocute, y luego le metí un castañazo en todo el monitor. Fui feliz. Me quedaban dos golpes, dijo el gerente. Y sin pensármelo me cargué la estúpida pantallita que siempre pasa todos los números a ser atendidos menos el tuyo, y... (no hay sonido onomatopéyico que lo describa, salvo éste: Sclash!), ya el gerente estaba llorando. A todo esto las cámaras me filmaban. Me quedaba un golpe y decidí ir por la fotocopiadora, no sé por qué pero las odio, así nomás sin razón alguna, a priori. Y no me fije en que alguien la había dejado funcionando cuando le metí tremendo batazo que sonaron las chispas, Chiz, pish, clish y ya se estaba incendiando el aparato. Y como tenía muchas hojas por fotocopiar eso no tardó en arder y además los separadores de los cubículos eran de triplay y también se prendieron fuego. Lo bueno que todo el mundo logró salir de allí antes que el banco se quemara. Los bomberos estaban de feria (o_o) así que llegaron ya en la noche y el gerente entre lloros dijo también que eran un banco modesto y por tanto no tenían sistema contra incendios, y todos nos caímos patas arriba estilo condorito. Lo bueno fue que cobré mi giro antes de todo el rollo del bate de béisbol, así que me esfumé derecho para mi casa. En el camino volví a pisar caca de perro.
9 jul 2008
dado negrito con sopa wantan
Me van a robar, me van a robar. Había tirado impar con los dados y sus primos dijeron: Par, no te roban; pero impar, sí! y se rieron. Entonces él cogió su dadito negro y lo samaqueó dentro de su mano, tiró sobre la mesa, el dado rodó y siguió rodando, ya se iba a caer por un borde, pero alguien hizo barrera con la mano y el dado se detuvo en el uno. El peor de los impares. Me van a robar, me van a robar.
Sorbito hasta la última gota de sopa wantán de a luca. Si me van a robar, se dijo, será bien comido. Sus primos pagaron y al salir decidieron caminar hasta la plaza de armas todavía para coger taxi. Bueno, él se detuvo a media cuadra como para amarrarse el pasador. En realidad estaba metiéndose la plata en una media. Nunca te roban las medias, eso va a en contra del código. Cuál código, oe, si tu calzoncillo es John Holden te lo chorean también. A sus primos les encantaba en especial traumatizarlo más de lo que ya estaba. Siguieron caminando. Él se detuvo de nuevo. Otra vez a amarrarse los pasadores, bueno esta vez tampoco, en realidad trataba de mirar si sus medias eran de marca. Mier....!, reprimió una grosería, o yo evité escribirla, lo mismo da. El resto de trayecto lo hizo pensando que los choros deberían tener un código de moral. Las medias son sagradas. Juas juas, se rieron en su cara, aunque ellos la verdad, nunca se ríen diciendo juas juas, sino que dicen jaaaaaaaa!!, un ja bien largo y que tildaría si no fuera monosílaba. En fin, él también andaba pensando de estas cosas, porque quería alejar la idea nefasta de su mente. Rayos, si hubiera sacado un dos, pero no, sólo a mí me pasa, se dijo. Entonces dejaba de pensar, miraba bien atrás y adelante y se aseguraba de que el ratero invisible que los seguía, no estuviera a la vista. Todo tan bonito, Trujillo, la verdad, él se daba cuenta inconscientemente de que caminar a las 12 am por el centro de la ciudad era algo que no tenía precio. Miraba para atrás y toda la calle se alejaba hasta la plazuela el recreo a través del Banco de Crédito, el casino keops y más allá el Asturias, donde hacen unos postres muy ricos pero caros, vete allá si quieres ser causa, para postres ricos ya hay muchos rinconcitos donde además salen baratos, pero él no estaba pensando en eso. Si no fuera rochoso y no estuviera que se orinaba de miedo de que le roben, correría como sonso cantándose un valsesito de esos cosechando mis mares, sembrando mis tierras..., y correría tanto y daría tantas vueltas horas y horas como si nada, porque la noche era fresca y lo asistía con su dulzura y las calles lo impulsaban con tanta cosa colonial, que si todo el tiempo fuera así, podría correrse la maratón de RPP en Lima, bueno, lo haría si no detestara Lima, y si han leído otras entradas, por ahí se explica por qué odia Lima, yo no lo voy a hacer. En fin, algo así estaba la noche de suculenta, o sea que sí, mongolazo por andarse con miedos. Llegaron a la plaza de armas y de nuevo, ñañao la plaza de armas, con el monumento de la libertad al centro, traído de Francia en barco y sin que lo roben. Ellos fueron a acomodarse a lado de un tobogán ornamental. Y él otra vez a mirar por el ratero invisible que no los vaya a seguir o que al menos no se deje ver. Aunque mirando bien, había policía esa noche en la plaza y feliz. Allí no le robarían, a la policía se la respeta.
-A ver señoritas, bájense de ahí.
Sus primas y las hermanas de sus primas tuvieron que bajarse porque la verdad el monumento no está para que uno se siente encima porque hay una plaga en el mármol que lo carcome a razón de milímetro cuadrado por año, fíjate. O sea que capaz no tengamos plaza de armas para siempre. Y luego su primo, porque esto lo estaba explicando su primo, siguió fanfarroneando frente a las hermanas de sus primas: Para mí esta estatua de la libertad representa mejor el concepto que la que hay en Nueva york, porque además de ser grandota no tiene gracia. Y al punto que dijo "gracia" todos miraron a habichuela sin gracia, y él dijo qué me miran, y ellos dijeron, tu calzón con tiras... -.-U.... Chiste idiota. Bueno, su primo fanfarroneaba, pero el policía que también parecía del ejército no había dejado de fregar la paciencia.
-Ya, ya; a su casa jovencitos. Mañana hay colegio.
-Estudiamos en la tarde-dijo una hermana de mi prima, o fue mi prima?
-Igual, circulando, circulando. Niña, bájese de ahí.
Entonces él se acordó de la peli la boca del lobo, una peli que vio en donde la policía era muy despótica y peor que los terroristas. Y por eso le dio miedo de que el policía se cabreara y los matara a todos para enterrarlos en una fosa común al lado del monumento de la libertad; cosa harto absurda, es incluso absurdo decir que es absurdo porque se sobreentiende su absurdidez, no sé si me dejo entender. Porque para empezar el suelo de la plaza de armas también es de mármol y pobres policías, el trabajo que les daría estar picando y picando mármol toda la noche para enterrarlos en una fosa común. Bueno. Fueron a una esquina, creo que Orbegoso con otra calle que no me acuerdo el nombre, pero en toda la esquina está una pollería y al frente un centro de revelados fotográficos, digo, por si pasan por allí algún día, o noche. Sus primos pararon un taxi con toda la pinta de que capaz y les choreaban, y él cogió un taxi América, porque esos van al Mall y en el Mall no chorean, porque no es fashion. Y se quitó a su casa. El caso es que nunca le chorearon. Subió a la sala luego de llegar y se puso a jugar wow. Estúpido dado, si hubieras sacado par habría disfrutado más de la caminata nocturna sin necesidad de que me siguiera el choro invisible, se quejó.
Setenta años después, en su lecho muerte, él recordaría que nunca en su vida le robaron a partir de ese momento, digo, nunca le robaron ilegalmente, porque de lo legal ya sabemos que todos los días, y se murió feliz.*
*nota del autor: la veracidad de este último párrafo no está garantizada....la de los otros tampoco.
24 jun 2008
el hombre pared
En la azotea, con el viento tapando los oídos y el frío que no se siente, la pared estaba allí, sin razón, desde algún día lejano cuando la pusieron, ladrillo a ladrillo con su capa de cemento.
Por detrás escuchó pasos, un hombre asomó en su campo de visión. Llevaba un mazo y una carretilla para poner el concreto derruido. Dejó todo en el suelo y se escabulló por detrás otra vez, a bajar y volver a subir las escaleras.
Bueno, como que la pared se empezó a inquietar. Mirando a todas partes, era obvio que los más derribable de todo aquello era ella misma, una pared sin sentido, baja en especial, como de dos metros y ancha como de unos tres, y sin pintar. Pasos, pasos, y otra vez el hombre asomando, tenía un cincel y un martillo. Dejó los instrumentos y sacó un pedazo de tiza, se detuvo visionando unos segundos los trazos que iba a hacer y luego la pared vio cómo le ponía la mano y empezaba a dibujar en su encima. Obviamente la pobre no se hacía una idea de las rayas que le iban haciendo, puesto que era una pared, y las paredes son rígidas por naturaleza. Lo que sí, al principio no sintió nada, pero ya luego como que la tiza le iba haciendo cosquillas a medida que tocaba unos puntos especialmente sensibles en ella. Juas, juas, juas, se carcajeaba en su mente porque no tenía boca, o eso creía, y las paredes sin boca sólo se ríen por dentro. El punto es que era un trámite irresistible, y de tanta cosquilla y risa interna la pared empezó a agrietarse ligera, imperceptiblemente, pero con decisión y ya si todo seguía por ahí se terminaría por resquebrajar sin necesidad de hombre albañil.
Dejó la tiza. El hombre terminó de hacer los trazos, dio unos pasos atrás y miró su dibujo. Asintió con la cabeza y fue recogiendo el cincel y el martillo. Clac, clac, clac. Empezó a golpear en los contornos con sumo cuidado, respetando los trazos de su dibujo, mirando bien de no dar un golpe demasiado fuerte y terminar agrietando el material de trabajo. Por su parte la pared se desternillaba de risa, esto de los golpes clac, clac con el cincel era algo insufrible y ya lagrimeaba, la pobre. Pero no se podía mover. A las justas y captaba dentro de su campo de visión la figura de un hombre delante suyo trabajando con sus herramientas. Picaba y picaba, y eso le llevó toda la mañana. Al medio día asomó una mujer con una botella de cerveza helada que el hombre despachó de un solo impulso, cloc, cloc, cloc....aahhh! se secó la boca con la mano, como si no bebiera nada desde quién sabe cuándo. Prometió que ya bajaría a almorzar, siguió picando un rato más y al fin, cuando creyó que todo su trabajo estaba terminado, vio una imperfección a la altura superior izquierda de lo que antes había sido una pared hecha y derecha, y que ahora era la escultura, muy burda por cierto, de un hombre deforme. Y como su obra no debía (de poder sí) tener imperfecciones, fue y super-clac le metió una cincelada letal. Se dice que al hombre ya la cerveza se le había subido a la cabeza. Lo cierto es que ese último golpe fue demasiado grande y chililín, se le vino abajo toda la (no quisiera decir escultura de nuevo) obra de la mañana. Los pedazos cayeron en generosos bloques y se quebraron al tocar suelo. Al final ya no quedó ni pared ni nada, salvo en su lugar un hombre con cara de ladrillo que se desternillaba de la risa y que, al verse libre, se puso a saltar y a bailar: hombre, no queda más cerveza? Pero el escultor-albañil-tallador estaba atónito y no respondió. Un hombre atrapado dentro de mi pared, se dijo; y plop, se desmayó. Por su parte el hombre cara de ladrillo, lleno de esa vitalidad sin usar que solo tienen los humanos atrapados durante toda su vida en una pared de concreto, se fue saltando y bailando por todas las azoteas de las casas aledañas, hasta que se perdió en el horizonte y hasta que ya no le quedaron más azoteas por saltar. Entonces bajó a la playa, corrió a través de la arena y se tiró una zambullida en el mar, y al rato se salió porque le dio insolación y mejor se fue a comer un c(s)ev(b)iche.