7 nov 2008

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Acabo de fichar por un nuevo blog que es mío, osea que me fiché yo solo. El punto es que ya no más habichuela sin gracia, o más bien dicho no más blog de habichuela sin gracia o quién sabe, porque este alter ego se muda a aquí no hay combis...acá sí con su amigo Wingerr noctámbulo del living room. El diseño ta bonito y los post de Wingerr también, o eso creemos. Recién hemos empezado y tenemos para rato, mientras nos dure la red, así que para los agricultores que casualmente se encuentran con este humilde blog mientras buscan información para sus cultivos de habichuela, ya pueden ir dándose una vuelta por el blog antes mencionado donde, al igual que antes, no encontrarán nada. Además, si no saben lo que es una combi, ya se enterarán, esperamos. Y a los que no son agricultores y me leen con premeditación, pueden seguir ejerciendo su derecho.

Habichuela no ha muerto u_u


10 sept 2008

Puzzle, final u_u


(feo el dibujo)

En fin, Habichuela en plena desesperación recurrió de nuevo a su cara de El grito, y se puso a pensar. Seguramente era una ley física menor la que había roto, o en el peor de los casos aún sin descubrir.

Se pasó esa noche en vela reordenando los componentes de la fórmula como mejor le parecía que iban, y siempre le sobraban piezas. Se apiló cuadernillos y cuadernillos de ciencias que guardaba de cuando fue a la academia, se acabó un termo lleno de café y luego pasó al de limonada. Nunca se había trasnochado tanto y con tan pocos resultados. A la mañana siguiente al menos ya se había convencido de que el radicando no podía llevar ningún signo negativo, y que el igual, forzosamente debía separar dos partes equivalentes de la ley. Pobre, pero era su esfuerzo. Los siguientes días los pasó en vilo, luego de que esa mañana decidiera salirse de su cuarto para tomar un poco de aire fresco y su viejo lo asaltara propiciando uno de esos diálogos que no hace falta mencionar.

-Te ves cansado, hijo.

-Sí, estoy cansado.

-Ah ya, descansa un poco.

-Está bien.

Y al cabo se puso a ver tele mientras comía pan con mantequilla. Por puro azar del destino puso un canal regional y le dio un brinco el corazón cuando escuchó en las noticias el precio que tenía su cabeza. Con las mismas se volvió a su habitación a seguir trabajando.

-Hijo, dejaste la tele encendida.

-Ya.

-Ok.

Para el jueves Habichuela ya había conseguido grandes avances, sus conocimientos físicos y matemáticos habían aumentado considerablemente y sólo le faltaban dos componentes por acomodar en la ecuación.

Mientras tanto, en el sillón municipal un mensajero del alcalde llegaba con noticias sobre la investigación.

-Donde César, tengo buenas nuevas.

-Hablad, hijo mío- y cual padre benévolo le palmeó la espalda más tiempo de lo que es prudente, a lo que toda la corte municipal susurró: oñoñoy.

-Señor-dijo el mensajero apartándose un par de pasos-. Nuestros investigadores encontraron en internet la identidad de un posible sospechoso. Un joven llamado Habichuela, que a la tarde del lunes pasado se dio de alta en un foro de corte y confección tan sólo para abrir un tema de título: ¿Cómo cuernos se repara una ley física rota?? Al instante buscamos en nuestra base de datos y localizamos su dirección, Señor. Vive en Monserrate, manzana Ñ’ lote **** y número *****.

-Excelente, hijo mío-le iba a palmear la espalda de nuevo pero el mensajero ya la estaba picando-. Mandad un grupo de agentes a cercar el perímetro.


-Eureka!!

Habichuela acababa de recomponer la ley física. El pobre estaba exhausto, se fue a pegar un duchazo, se cambió de ropa y desechó de su habitación los cientos de papeles que eran sus anotaciones y las ecuaciones precedentes que ideó para recomponer la ley, en resumen un trabajazo de esos que en Suiza se premian con un Nóbel, porque además la ley aún no había sido descubierta. Lástima que por cuestiones de estupidez, todo aquello fue a parar a la basura.

Bueno, el último paso era fijar la ecuación con Súper Glue, cosa que hizo en unos minutos (resultó que , al final, reparar la ley sí era algo parecido a pegar un par de gafas). La metió en su mochila y salió disparado al parquecito de las dos palmeras donde empezó todo el lío. Al llegar, sólo él pudo distinguir una especie de agujero negro muy pequeño que no se tragaba nada a su alrededor, encima había un letrero que decía: Deposite aquí los fragmentos de ley rotos para su autoreparación. A lo que a Habichuela casi le da un ataque, pero en fin. Se dispuso a depositar la ley pegada con Súper Glue, cuando de pronto un par de patrullas llegaron a mil por hora y aparcaron frente a su casa. Salieron de los autos unos tipos de lo más parecidos al escuadrón SWAT, sólo que más chatitos y barrigones. Se metieron a su casa y no salieron en un rato hasta que bajaron con su viejo y él decía algo parecido a:

-No, si buscan a mi hijo él ha salido.

-Ah ya-dijo el jefe de los SWAT, un señor con bigote.

-Pero más de un rato vuelve, déjenme el recadito.

-No hombre, mejor lo esperamos aquí-y mirando a la bodega de la esquina que ya abría-¿Le echa unos traguitos?

-No tomo, pero le acompaño.

Y se pusieron a conversar al ritmo de unas Cheladas.

Entonces Habichuela, calculando que en cuestión de segundos alguno de los hombres SWAT que sí estaban atentos en hacer su trabajo lo encontrarían (era cuestión de alzar la mirada hacia el parquecito), apuró la ecuación de su mochila y la deposito en el pequeño agujero negro. Al instante una especie de luz lo cegó y luego una fuerza de expansión lo sacó volando, lo bueno es que cayó en el césped. Y de pronto en toda la ciudad se oyó un fuerte ruido de ¡Pum! que la gente oportunamente entendió como el sonido de que ya la ley se había reparado.

Justo los físicos de la universidad suspendieron su huelga y dijeron: Ya podemos ayudarles.

Pero ya nadie fuera de la facultad los necesitaba.

Puzzle, I parte

(No es mi dibujo xD)


Era un tipo que iba caminando un lunes por el parque que hay por su casa y que tiene dos palmeras absolutamente desentendidas de lo que voy a contar, porque así son las palmeras.

Digo que el muchacho, no pasaba los veinte, iba hasta su casa en el edificio de la izquierda, luego del pasaje y llegando a la esquina; tenía el estómago lleno y sólo le apetecía llegar a tirarse en su sofá y leer las historietas de Spiderman que un diario local estaba sacando en suplementos. Sí, era friki, desde que tenía memoria, desde mucho antes, desde el primer dibujo animado que vio y hasta ahora que los sigue viendo. Digo, de la tele por cable sólo le servían tres canales: Nick, Animax y Jetix. A veces hacía un repaso mental de todas las series que veía, recordaba los diálogos, los gestos de los personajes, y se reía solito con un sonido bien gutural.

Y allí estaba él, ahora corriendo a toda prisa porque recordó de pronto que dejó la tele encendida antes de irse a comer y no quería que le regañaran. A dos cuadras de su casa sacó la cadenita de la que colgaban sus llaves y bueno, ya que estaba corriendo estilo ninja la empezó a sacudir por el aire como si fuera un nunchaku, aunque de una forma muy torpe. Slash, atravesaba el viento serpenteando la cadenita con unos movimientos que rozaban irresponsablemente los límites de la física. Para, detente, idiota; le dijo su conciencia, que, cabe la aclaración, se desentendía completamente de sus estupideces. Pero él no le hizo caso y fue en una de esas idas y venidas que de tanto revolver la cadenita, se rompió una ley física, así nomás, de puro Idiota.

Pum!, sonó. ¿Han escuchado alguna vez a un avión romper la barrera del sonido? Ya, así no fue. Pero se escuchó en toda la ciudad y la gente se paró en seco preguntándose que ocurrió. Madres con bebes en brazos, hombres de terno y maletín, vendedores ambulantes, choferes de micro, y travestis que te ofrecen caramelos cuando vas por ahí con tu flaca.

Y así, como dicen que la física está en todas partes, el sonido no tuvo ningún epicentro, aunque la rotura sí. Porque a la ley se la cargaron precisamente en Monserrate, por el hospital de la Sanidad, al frente, en el parquecito de las dos palmeras.

El muchacho éste, digámosle, no sé, cualquier nombre al azar: Habichuela. Luego de darse cuenta de lo que había hecho, se llevó las manos al rostro y puso una cara de lo más parecida a El grito de Munch. Miró al suelo y vio todos los restos esparcidos de lo que en vida fue la fórmula de una ley física. Variables y constantes, signos de paréntesis y de radicación yacían en el suelo, inertes, sin respiración. El muchacho aterrado los junto a todos en un montoncito y se los guardó en el bolsillo, y ahora sí safó corriendo hasta su casa y llego al toque, porque estaba a media calle de distancia. Entró y fue a su habitación, cerró con llave, y barrió su mesa de un manotazo.

-¿Habichuela, te pasa algo?-preguntó su viejo del otro lado.

-No, toy bien.

-Ah ya. Dejaste la tele encendida.

-Lo siento, es que estaba apurado.

-Bueno, que no vuelva a ocurrir.

-Sí, papi.

Luego de este diálogo absolutamente innecesario de narrar, Habichuela depositó todos los componentes de la fórmula en su mesa de trabajo. El problema es que siempre aprobó física con las justas, así que no tenía puñetera idea de cómo era el orden de la fórmula. Lo dejó para luego, ya tendría tiempo de buscar en internet. Por lo pronto le interesó dejar las herramientas listas. No necesitaría muchas. Primero, guantes de plástico para maniobrar las constantes y las variables y lo demás, no debía dejar sus huellas digitales en el cuerpo del occiso (lo vio en un capítulo de CSI) y segundo, y con mucho orgullo, sacó de su cajón un chisguete de Super Glue (el pobre pensaba que reparar una ley física era algo así como pegar sus gafas).

Por su parte la ciudad estaba inmersa en un caos. Resulta que la ley física averiada era muy importante para no sé que cosa y la superpoblada ciudad enfrentaba serios problemas de circulación. Al instante el pequeñín del alcalde, don César, dispuso a todos los físicos de la ciudad para que salieran a dar indicaciones sobre lo que la gente debía hacer en casos como éste. Digamos que en la práctica hicieron de policías de tránsito. Ordenaban a la gente, repartían folletos informativos e instaban al público a no caer en la histeria. Y todos los físicos hicieron muy bien su trabajo, y hay que felicitarlos, menos a los de la universidad nacional, eso sí, que justo ese día estaban de huelga, y que para variar habían tomado el campus.

Las disposiciones por ese lado, como ya dije se hicieron muy bien. Pero el plan del alcalde no se terminaba. Dispuso también investigadores secretos con doctorados en física nuclear y fórmulas desaparecidas, o sea que tuvo que traerlos de otra ciudad; para que averiguasen dónde ocurrió la descompostura y que hallaran al culpable en un corto plazo. Y fiel a su estilo ofreció recompensa. Para el final de la mañana la cabeza de Habichuela tenía precio, vivo o muerto: 1 000$ a hacerse efectivos en bonos de la municipalidad, esto último lo escribió con letra pequeña. Así que salieron agentes encubiertos a investigar por todos los distritos de la ciudad sedientos de la recompensa, porque como físicos que eran, en el Perú sólo les llegaba para hacer taxi.

Y en otra parte de la ciudad, específicamente en Monserrate, al frente del hospital de la Sanidad en una casa y en una habitación, Habichuela apartaba su Lap top, exhausto de navegar y de no encontrar referencias a la ley que había roto. El muchacho había ingresado las búsquedas hasta en el último de los buscadores de la web sin encontrar resultados, había merodeado y abierto temas de consulta hasta en el más insospechado de los foros, y encima dando su nombre y dirección real; pero nadie le había podido dar respuesta. De forma que, a raíz de esto, dicho sea de paso, si el alcalde don César fuera lo suficientemente listo, ya lo hubiera rastreado por internet.

30 jul 2008

a98-ventanilla 2...espere usted sus tres horas hasta que le toque

Era un banco joven que quería hacerse de un nombre en la ciudad. Empezó dando créditos a intereses bajos, y no funcionó. Se publicitó por la tele, y empezó a llegar algo de gente pero no demasiada. Al gerente se le ocurrió sortear automóviles, viajes a Kuala Lumpur (no sé por qué, pero dicen que es bonito) y unos boletos para la final de la Champions que nadie ganó porque ni se enteraron.

Así que una noche el tipo en vez de suicidarse, dio un paseo por sus oficinas, los corredores, las ventanillas, tratando de meditar una solución. Pero como esto no era su fuerte más bien cogió un bate de béisbol y se soltó dando palos a diestra y siniestra, lo cual para variar, le dio una idea.

A pesar de la falta de presencia que tenía su banco, sabía muy bien cuál era su fuerte: el trato al cliente, puesto que además eran una empresa relativamente modesta. De forma que modificó los anuncios por tele y esta vez resaltó lo buenos y serviciales que eran sus empleados, nunca trataban mal a nadie, y el servicio era muy rápido, todo bien organizado, sin largas colas ni embrollos. Eso dijo, pero bueno, esto lo dicen todos los bancos, no tiene nada de nuevo. Entonces añadió que si ocurría lo contrario, el cliente muy bien podía coger un bate de béisbol y darle de golpes a lo que fuera, tal como hizo él esa noche (salvo que esto no lo mencionó). Y en fin, se llenaron de clientes. Todo el mundo estaba ansioso por encontrar el indicio más mínimo de mal trato. Provocaban a los trabajadores ligeramente e inventaban embrollos que eficientemente desbarataban al instante los buenos y pacientes funcionarios, y pasaron meses y nadie pudo levantar ninguna queja. Pero como ningún sistema es infalible, yo una vez fui a ese banco.

En el camino pasé debajo de una escalera, pise caca de perro y me salpicó de lodo un auto; y más por culpa mía que de ellos se tardaron una hora en atenderme porque encima me olvidé las gafas y leí mal mi número de ticket, que a las finales resultó que sí estaba ligeramente mal impreso. Llegó el gerente y todo, comprobó la situación (yo no mencioné lo de las gafas, estaba furioso) y me entregó un bate de béisbol con todo su pesar y casi llorando. Me hubiera ofrecido dinero por mi silencio, pero quién sabe cómo se enteró la prensa y ya estaban tomando fotos y grabando el momento. Y yo feliz de la ira lo tomé y fui directo a una computadora que tuve cerca. La desenchufé, no vaya a ser que me electrocute, y luego le metí un castañazo en todo el monitor. Fui feliz. Me quedaban dos golpes, dijo el gerente. Y sin pensármelo me cargué la estúpida pantallita que siempre pasa todos los números a ser atendidos menos el tuyo, y... (no hay sonido onomatopéyico que lo describa, salvo éste: Sclash!), ya el gerente estaba llorando. A todo esto las cámaras me filmaban. Me quedaba un golpe y decidí ir por la fotocopiadora, no sé por qué pero las odio, así nomás sin razón alguna, a priori. Y no me fije en que alguien la había dejado funcionando cuando le metí tremendo batazo que sonaron las chispas, Chiz, pish, clish y ya se estaba incendiando el aparato. Y como tenía muchas hojas por fotocopiar eso no tardó en arder y además los separadores de los cubículos eran de triplay y también se prendieron fuego. Lo bueno que todo el mundo logró salir de allí antes que el banco se quemara. Los bomberos estaban de feria (o_o) así que llegaron ya en la noche y el gerente entre lloros dijo también que eran un banco modesto y por tanto no tenían sistema contra incendios, y todos nos caímos patas arriba estilo condorito. Lo bueno fue que cobré mi giro antes de todo el rollo del bate de béisbol, así que me esfumé derecho para mi casa. En el camino volví a pisar caca de perro.

9 jul 2008

dado negrito con sopa wantan

Me van a robar, me van a robar. Había tirado impar con los dados y sus primos dijeron: Par, no te roban; pero impar, sí! y se rieron. Entonces él cogió su dadito negro y lo samaqueó dentro de su mano, tiró sobre la mesa, el dado rodó y siguió rodando, ya se iba a caer por un borde, pero alguien hizo barrera con la mano y el dado se detuvo en el uno. El peor de los impares. Me van a robar, me van a robar.

Sorbito hasta la última gota de sopa wantán de a luca. Si me van a robar, se dijo, será bien comido. Sus primos pagaron y al salir decidieron caminar hasta la plaza de armas todavía para coger taxi. Bueno, él se detuvo a media cuadra como para amarrarse el pasador. En realidad estaba metiéndose la plata en una media. Nunca te roban las medias, eso va a en contra del código. Cuál código, oe, si tu calzoncillo es John Holden te lo chorean también. A sus primos les encantaba en especial traumatizarlo más de lo que ya estaba. Siguieron caminando. Él se detuvo de nuevo. Otra vez a amarrarse los pasadores, bueno esta vez tampoco, en realidad trataba de mirar si sus medias eran de marca. Mier....!, reprimió una grosería, o yo evité escribirla, lo mismo da. El resto de trayecto lo hizo pensando que los choros deberían tener un código de moral. Las medias son sagradas. Juas juas, se rieron en su cara, aunque ellos la verdad, nunca se ríen diciendo juas juas, sino que dicen jaaaaaaaa!!, un ja bien largo y que tildaría si no fuera monosílaba. En fin, él también andaba pensando de estas cosas, porque quería alejar la idea nefasta de su mente. Rayos, si hubiera sacado un dos, pero no, sólo a mí me pasa, se dijo. Entonces dejaba de pensar, miraba bien atrás y adelante y se aseguraba de que el ratero invisible que los seguía, no estuviera a la vista. Todo tan bonito, Trujillo, la verdad, él se daba cuenta inconscientemente de que caminar a las 12 am por el centro de la ciudad era algo que no tenía precio. Miraba para atrás y toda la calle se alejaba hasta la plazuela el recreo a través del Banco de Crédito, el casino keops y más allá el Asturias, donde hacen unos postres muy ricos pero caros, vete allá si quieres ser causa, para postres ricos ya hay muchos rinconcitos donde además salen baratos, pero él no estaba pensando en eso. Si no fuera rochoso y no estuviera que se orinaba de miedo de que le roben, correría como sonso cantándose un valsesito de esos cosechando mis mares, sembrando mis tierras..., y correría tanto y daría tantas vueltas horas y horas como si nada, porque la noche era fresca y lo asistía con su dulzura y las calles lo impulsaban con tanta cosa colonial, que si todo el tiempo fuera así, podría correrse la maratón de RPP en Lima, bueno, lo haría si no detestara Lima, y si han leído otras entradas, por ahí se explica por qué odia Lima, yo no lo voy a hacer. En fin, algo así estaba la noche de suculenta, o sea que sí, mongolazo por andarse con miedos. Llegaron a la plaza de armas y de nuevo, ñañao la plaza de armas, con el monumento de la libertad al centro, traído de Francia en barco y sin que lo roben. Ellos fueron a acomodarse a lado de un tobogán ornamental. Y él otra vez a mirar por el ratero invisible que no los vaya a seguir o que al menos no se deje ver. Aunque mirando bien, había policía esa noche en la plaza y feliz. Allí no le robarían, a la policía se la respeta.

-A ver señoritas, bájense de ahí.

Sus primas y las hermanas de sus primas tuvieron que bajarse porque la verdad el monumento no está para que uno se siente encima porque hay una plaga en el mármol que lo carcome a razón de milímetro cuadrado por año, fíjate. O sea que capaz no tengamos plaza de armas para siempre. Y luego su primo, porque esto lo estaba explicando su primo, siguió fanfarroneando frente a las hermanas de sus primas: Para mí esta estatua de la libertad representa mejor el concepto que la que hay en Nueva york, porque además de ser grandota no tiene gracia. Y al punto que dijo "gracia" todos miraron a habichuela sin gracia, y él dijo qué me miran, y ellos dijeron, tu calzón con tiras... -.-U.... Chiste idiota. Bueno, su primo fanfarroneaba, pero el policía que también parecía del ejército no había dejado de fregar la paciencia.

-Ya, ya; a su casa jovencitos. Mañana hay colegio.

-Estudiamos en la tarde-dijo una hermana de mi prima, o fue mi prima?

-Igual, circulando, circulando. Niña, bájese de ahí.

Entonces él se acordó de la peli la boca del lobo, una peli que vio en donde la policía era muy despótica y peor que los terroristas. Y por eso le dio miedo de que el policía se cabreara y los matara a todos para enterrarlos en una fosa común al lado del monumento de la libertad; cosa harto absurda, es incluso absurdo decir que es absurdo porque se sobreentiende su absurdidez, no sé si me dejo entender. Porque para empezar el suelo de la plaza de armas también es de mármol y pobres policías, el trabajo que les daría estar picando y picando mármol toda la noche para enterrarlos en una fosa común. Bueno. Fueron a una esquina, creo que Orbegoso con otra calle que no me acuerdo el nombre, pero en toda la esquina está una pollería y al frente un centro de revelados fotográficos, digo, por si pasan por allí algún día, o noche. Sus primos pararon un taxi con toda la pinta de que capaz y les choreaban, y él cogió un taxi América, porque esos van al Mall y en el Mall no chorean, porque no es fashion. Y se quitó a su casa. El caso es que nunca le chorearon. Subió a la sala luego de llegar y se puso a jugar wow. Estúpido dado, si hubieras sacado par habría disfrutado más de la caminata nocturna sin necesidad de que me siguiera el choro invisible, se quejó.

Setenta años después, en su lecho muerte, él recordaría que nunca en su vida le robaron a partir de ese momento, digo, nunca le robaron ilegalmente, porque de lo legal ya sabemos que todos los días, y se murió feliz.*

*nota del autor: la veracidad de este último párrafo no está garantizada....la de los otros tampoco.

24 jun 2008

el hombre pared


En la azotea, con el viento tapando los oídos y el frío que no se siente, la pared estaba allí, sin razón, desde algún día lejano cuando la pusieron, ladrillo a ladrillo con su capa de cemento.

Por detrás escuchó pasos, un hombre asomó en su campo de visión. Llevaba un mazo y una carretilla para poner el concreto derruido. Dejó todo en el suelo y se escabulló por detrás otra vez, a bajar y volver a subir las escaleras.

Bueno, como que la pared se empezó a inquietar. Mirando a todas partes, era obvio que los más derribable de todo aquello era ella misma, una pared sin sentido, baja en especial, como de dos metros y ancha como de unos tres, y sin pintar. Pasos, pasos, y otra vez el hombre asomando, tenía un cincel y un martillo. Dejó los instrumentos y sacó un pedazo de tiza, se detuvo visionando unos segundos los trazos que iba a hacer y luego la pared vio cómo le ponía la mano y empezaba a dibujar en su encima. Obviamente la pobre no se hacía una idea de las rayas que le iban haciendo, puesto que era una pared, y las paredes son rígidas por naturaleza. Lo que sí, al principio no sintió nada, pero ya luego como que la tiza le iba haciendo cosquillas a medida que tocaba unos puntos especialmente sensibles en ella. Juas, juas, juas, se carcajeaba en su mente porque no tenía boca, o eso creía, y las paredes sin boca sólo se ríen por dentro. El punto es que era un trámite irresistible, y de tanta cosquilla y risa interna la pared empezó a agrietarse ligera, imperceptiblemente, pero con decisión y ya si todo seguía por ahí se terminaría por resquebrajar sin necesidad de hombre albañil.

Dejó la tiza. El hombre terminó de hacer los trazos, dio unos pasos atrás y miró su dibujo. Asintió con la cabeza y fue recogiendo el cincel y el martillo. Clac, clac, clac. Empezó a golpear en los contornos con sumo cuidado, respetando los trazos de su dibujo, mirando bien de no dar un golpe demasiado fuerte y terminar agrietando el material de trabajo. Por su parte la pared se desternillaba de risa, esto de los golpes clac, clac con el cincel era algo insufrible y ya lagrimeaba, la pobre. Pero no se podía mover. A las justas y captaba dentro de su campo de visión la figura de un hombre delante suyo trabajando con sus herramientas. Picaba y picaba, y eso le llevó toda la mañana. Al medio día asomó una mujer con una botella de cerveza helada que el hombre despachó de un solo impulso, cloc, cloc, cloc....aahhh! se secó la boca con la mano, como si no bebiera nada desde quién sabe cuándo. Prometió que ya bajaría a almorzar, siguió picando un rato más y al fin, cuando creyó que todo su trabajo estaba terminado, vio una imperfección a la altura superior izquierda de lo que antes había sido una pared hecha y derecha, y que ahora era la escultura, muy burda por cierto, de un hombre deforme. Y como su obra no debía (de poder sí) tener imperfecciones, fue y super-clac le metió una cincelada letal. Se dice que al hombre ya la cerveza se le había subido a la cabeza. Lo cierto es que ese último golpe fue demasiado grande y chililín, se le vino abajo toda la (no quisiera decir escultura de nuevo) obra de la mañana. Los pedazos cayeron en generosos bloques y se quebraron al tocar suelo. Al final ya no quedó ni pared ni nada, salvo en su lugar un hombre con cara de ladrillo que se desternillaba de la risa y que, al verse libre, se puso a saltar y a bailar: hombre, no queda más cerveza? Pero el escultor-albañil-tallador estaba atónito y no respondió. Un hombre atrapado dentro de mi pared, se dijo; y plop, se desmayó. Por su parte el hombre cara de ladrillo, lleno de esa vitalidad sin usar que solo tienen los humanos atrapados durante toda su vida en una pared de concreto, se fue saltando y bailando por todas las azoteas de las casas aledañas, hasta que se perdió en el horizonte y hasta que ya no le quedaron más azoteas por saltar. Entonces bajó a la playa, corrió a través de la arena y se tiró una zambullida en el mar, y al rato se salió porque le dio insolación y mejor se fue a comer un c(s)ev(b)iche.


15 jun 2008

se va


Como el día estaba triste y sin sol, a medida que el avión fue ascendiendo se lo comieron las nubes, grumosas e infinitas....glup. La presión agrietó las ventanas y la humedad se metió hasta por el resquicio más pequeño. La aeromosa, algo fastidiada tomó el micrófono: Señores pasajeros, se les pide que por favor se abrochen los cinturones, en pocos segundos el avión se inundará de nubosidad a una altura aproximada de treinta centímetros, una cosa parecida a la nieve.

El resto del trayecto el avión lo hizo engarzado a esa nube inmensa y complejos sistemas de navegación le ayudaron cuado tuvo que aterrizar. Al abrirse las compuertas medio pasillo se terminó de inundar de la cremosa y fría sustancia. Tomó algo de media hora limpiar todo el avión por medio de grandes escobillones que frotaron hasta el último rincón. Los pasajeros atravesaron los controles terminándose de sacudir grandes pedazos de nube, incluso uno vació de su zapato una pequeña llovizna que enlodó gran parte del pasillo. Se ganó la enemistad de un trabajador de limpieza. Ya a la hora de recoger las valijas, era trabajo de cada uno limpiar la suya lo cual era especialmente difícil porque la nubosidad se aferraba fuertemente a la superficie de las maletas, así que los agobiados y furiosos pasajeros no tenían más que buscar a tientas las manijas desplegables y jalar de sus minúsculas nubes. Y entre ellos un indignado Habichuela, que despotricaba sobre las pocas previsiones que se tomaron para la accidentada ruta de vuelo: Parezco una nube andante!, dijo.

Ya cuando salió del aeropuerto y se fijó bien en la ciudad que tenía encima, como que se calmó un poco y dijo: Ay, pos si aquí en Lima todo es nube. Y avanzó muy divertido a pesar de que no asomaba el sol.

8 jun 2008

Martinsito desfamiliado



Maletas, maletitas maletotas. El taxi se fue echando tierra con su tía dentro. Chau, chau con la mano, tía, chau con la mano porque la carcocha hace bulla y no se oyen los adioses con la boca. Martinsito, chau, me oyes?, chau hijito, ya saludaré a tu mamita, le doy tu carta, sí, sí...me oyes?...carcocha de miércoles.

Esa despedida fue una marca más a la tabla llena de tajos que tenía en el espectro de recuerdos dolorosos. Martinsito asociaba toditas las despedidas que había pasado en sus diez años de vida de mocoso mimado, buena gente y peleón, sólo que entonces no tanto, sino más bien el niño sólo se limitaba a ser una máquina de flashbacks viviente. Todo el mundo se le iba para el extranjero al desgraciado; y no podía hacer nada para evitarlo, se sentía impotente sin darse cuenta, se ponía triste sin saberlo, y hasta lloraba en sueños cuando soñaba que el perro también se le iba con su maleta y en taxi. Entonces se levantaba asustado y como le daba más miedo atravesar la casa hasta la habitación de su abuela, mejor se ponía a contar ovejas. Una ovejita salta la valla, dos ovejitas saltan la valla, tres ovejitas saltan la vaya. Coño, entonces se ponía a pensar en las ovejitas que quedaban atrás y todavía no saltaban la vaya y se ponían tristes porque sus amigas se iban pa' el extranjero, del otro lado de la vaya donde hay pastos más ricos. Entonces detenía todo el proceso de migración ovejil, se ponía a pensar un buen rato y al cabo decidía hacer saltar a todas las ovejas al mismo tiempo. Cien ovejas saltan la vaya, menos una. Eso era ley. Siempre una se debía quedar para extrañar al resto, sino cómo. Y se quedaba dormido.

Cuando sus primos se fueron a España, primero no se fueron en realidad. Porque viajaron hasta Lima y se regresaron por un embrollo con los pasajes y la aerolínea. Estuvieron una semana en la ciudad y entonces ya se fueron de verdad. El abuelo lloró, una tía lloró, la prima lloró, todos menos él que andaba comprando chicles y esperando siempre hasta el último momento para entregar su carta. Se la llevas a mi mamá. Los primos subieron al bus y no les tocó ventana, pero igual fregaron al de al lado para acercarse a decir chau, con la mano. Chau, chau, con la mano y él se acordó de su prima, tampoco le había tocado ventana la vez que se fue. Jeje, con ella sí fue más difícil entregar su cartita, porque no se despegaba del novio todo el tiempo que estuvieron en la agencia. El muchacho ya perdía la paciencia y decidió materializarse en medio del último beso número mil que se daban. Hola. Los tórtolos como que se atragantaron con la impresión, el novio se retiró tosiendo, y ella le arranchó la carta, ya, ya, yo se la doy, vete, vete. Y se la guardó como pudo en el bolsillo del jean, en el bolsillo del jean!. Cuánta desconsideración junta, su abuelita no hizo eso. Cuando ella se fue, le cogió la carta con mucho cuidado, y la introdujo en su bolso. Ya, papito; se va a poner contenta tu mami. Y fuuiuuu se le deslizó la lágrima por el rostro llenito de surcos. Ahí sí lloró, Martincito. La abuela se fue y por primera vez se sintió huérfano. En la casa inmensa ya solo quedaban su tía, sus dos primos mayores y su abuelo quijotesco que rejuraba a todo el mundo que la abuela se llevó a su amante escondido en una maleta.

Y hablando de maletas, aquella tarde de las maletas, maletitas maletotas, fue de las más tristes para Martincito. Chau, tía, chau con la mano, carcocha de ñuña. Al día siguiente se llevaron al abuelo con Rocinante y todo pa'l asilo. Aparecieron unos primos con sus esposas y se repartieron la casa en mitades. La familia creció con Martinsito en medio y con el paso de los años siguieron exportando gente, como era tradición, menos a él porque alguien tenía que quedarse pa' extrañar, sino cómo.

26 may 2008

en el banco

-Buenos días, vengo a pagar una tasa. Esta de aquí-zarandeó el papel-, es para mi ejecución.

-Por su puesto, a ver, déjeme la resolución...ajá...sellamos esto...

-Con cuidado por favor, no me arrugue la hoja.

-Oh, sí, lo siento, lo siento...esta copia para usted y esta otra para el banco. Ya está. El importe es diez con treinta...precio de las balas y costal incluido para el cadáver.

-Perfecto, qué gusto hacer un trámite bien hecho...emm...pasa algo?

-No, nada; es que suelo cobrar cinco con veinte.

-Ah, claro, pero yo me pedí balas calibre 30, sabe?... de esas nuevas que lo atraviesan más fácil a uno.

-Pues muy bien hecho, señor; de vez en cuando hay que darse sus gustitos.

-Sí, ya ve. Si no es ahora, cuándo.

-Obvio. Entonces me firma por aquí y ya está. Todo el papeleo listo, su ejecución la tiene fechada...sí...aquí lo pone: martes veintiuno de mayo del año en curso...no... no me diga! qué mala pata, se pierde usted la final de la champions.

-Eso mismo le iba a decir, oiga; para que vea cómo es la burocracia. Mi abogado ya está trabajando en la apelación de la sentencia. A ver si me la posponen un par de horas, para ver el primer tiempo.

-Qué crueldad, ojalá tenga suerte.

-Gracias. Ya me voy retirando.

-Nos vemos, hombre...aunque lo dudo mucho jeje... Por cierto, por qué lo ejecutan?

-Banalidades de la vida, verá: Optimismo flagrante en primer grado.

-Oh...

El funcionario le miró con recelo y dio por terminada la conversación. No vaya a ser contagioso.

20 may 2008

el pianista sin gracia I, quizás



Comida incluida, diez euros por hora cuando tocaba y cinco cuando lavaba platos. Precio justo pensaba el calvo de su jefe, a pesar de que su vieja madre bruja post jubilada creía que simplemente era un despilfarro de dinero, el tenerlo contratado.

No, no se llamaba Habichuela, ése sólo toca flauta; y éste le daba al piano. Donde quiera que viviese tenía uno eléctrico que le servía para practicar. Se lo cargaba a la espalda todos los días para subirlo hasta la azotea, por esto de que las viejas brujas post jubiladas abundan por todos lados, y él también tenía a una de vecina que no soportaba la bulla. Al techo, señor!! Y como era un edificio sin ático, cosa rara, cuiiiiii rechinaba la puerta cuando subía, encima que hacía un frío de la gran puna. Y dale que dale, tempranito por la mañana repasaba los mismos libros de ejercicios y se aplicaba en alma al método "páguese el piano mientras trabaja" y luego arremetía con los primeros ejercicios para estirar los dedos larguísimos que tenía y alcanzar toditas las teclas. Ya terminando se permitía repasar algunas de sus composiciones que tocaba con mucho sentimiento, lo suficiente como para que su madre se eche a llorar si lo escuchara, que en paz descanse.

Lava y lava platos como esclavo de manos arrugadas a pesar de que llevaba guantes. La cocina del bar era una humareda completa que le empañaba las gafas y el cocinero un experto en ensuciar las cosas, derramar y despilfarrar siempre que le entraba el trance de la creación gastronómica, mismo Pollock con el lienzo tirado en sesión action painting con dripping incluido. Y él lava y lava platos, molestísimo con la libertad creativa de los artistas, menos la suya porque él nunca fregaba a nadie, ni siquiera a la vieja, en fin. Entrada la noche la gente llegaba más que nada a beber, así con ganas de pasarse un rato en el bar, rematar el día, reunirse con los amigos, cenar un poco, o quién sabe por qué llegaban, pero no era para escucharlo tocar, por lo general. Si había fútbol llegaba mucha más gente, y a él lo fregaban porque eso implicaba más tiempo lavando platos y nada de tocar el piano, o sea que le pagaban menos, aunque igual siempre lo soportaba todo con tal de vivir de lo que le gustaba....vivir a medias, se corregía...casi vivir, se lo pensaba más...sobrevivir, eso está mejor. Sobrevivía de lo que le gustaba. Y si bien, no hay que negarlo, tenía cierto don para mover las teclas, a veces cuando enchufaba su piano eléctrico y miraba de reojo a la gente en la barra y en las mesas, todas a los suyo sin darse cuenta de él, se le iba todita la prodigiosidad y se sumía en una especie de desaliento que le dejaba nulo. Siempre jazz, por lo general, era lo que tocaba. Su preferido Ray Charles, y cuando conseguía olvidarse del clima sofocante que le envolvía, siempre se soltaba con un You don't know me, de todo corazón y con un atisbo de sentimiento. Entonces algunos dejaban de beber para mirarlo y darse cuenta de su existencia. Una especie de placer les recorría desde los oídos hasta las entrañas, porque el muchacho realmente tocaba bien esa canción, no digamos la cantaba porque si cantaba o no igual de bien, eso es algo que no voy a decir. El problema era que cuando conseguía la atención de todos, zas, sus propios rostros le traían de vuelta a la realidad y clic, casi se equivocaba en la nota final. Pero como ya acababa su turno, no hacía más que levantar una mano y despedirse, ponerse de pie, desenchufar los cables y cargar pa' dentro su piano. A seguir lavando un poco más de platos.


12 may 2008

Cogió su lapicero,

miró la hoja y luego la ventana. Dejó su lapicero, miró la puerta. Otro alumno llegaba tarde al examen. Cogió su lapicero. Estaba tomando aire para empezar. La perspectiva de tener que llenar seis caras de papel blanco de purita filosofía se le presentaba muy...ardua, jeje, dijo. Intercaló más miradas hoja-lapicero-techo-ventana. Cerró los ojos, y la nube del sueño le dijo "ven, yo te ayudo a llenar el examen".

Se soñó en su verdadera casa, y también en el sofá. Dormía en la sala porque un estudiante alquilaba su habitación desde hacía medio año. Las otras habitaciones igual. Tres estudiantes que a las finales alquilaban todo el departamento. Su padre hacía un año que se mudó a vivir con su hermano. Y los estudiantes, que por sobre todo eran como trolls: cochinos y brutos; mantenían responsablemente la casa convertida en un muladar a menor escala. Todo naufragaba entre desperdicios de comida, envoltorios y cubiertos. Era increíble. Los enseres de limpieza yacían sepultados por alguna parte. Nadie se molestaba en buscarlos. Siempre que mataban una araña, cucaracha o cosa peor, sólo habrían la ventana y fiuuuuuuu, echaban el cadáver del insecto a donde lo lleve el viento. Igual, Habichu' tenía que ir con cuidado para que no le piquen. Esa noche tuvo que desalojar del sofá toda clase de hormigas, arañas y más bichos raros que no había visto antes, quién sabe si una nueva especie producto del hábitat tan fantástico que ofrecía su casa.

Cof, cof, tosió uno de los estudiantes cuando bajaron a la calle, esa mañana hacía frío en particular. Ya lo sabía Habichuela, medio sonámbulo. Cayó hacia dentro cuando abrieron la reja. Llevaba dormido un par de horas porque cuando llegó fue tan temprano que nadie quiso oír el timbre. Hola, qué tal; le saludaron en un pésimo idioma humano, la lengua troll les sentaba mejor: estas son tus llaves, chau. El pobre pasó y subió cansadísimo las escaleras y adolorido porque uno de los trolls le tiró un coscorrón afectuoso a manera de saludo. Último escalón, introdujo la llave y abrió. No vio casa.

A ver, fue como si hubieran metido su departamento en una coctelera. Todo al revés. Habichuela no tuvo un solo recuerdo de su adolescencia para evocar en medio de esa desolación. Pasó unas vacaciones terribles.

Aquella noche trepó al sofá, y se quedó dormido rápidamente. Estaba en un examen de la academia, y él miraba su lapicero, luego el techo, la ventana, la hoja...todo intercalado una y otra vez. Y soñó que en su sueño una nube lo adormecía. No, no; se dijo; no podía dormir. Quedaba media hora y aún no había empezado, rayos, rayos...miró la hoja, cogió su lapicero, pero al instante giró la cabeza hacia la ventana, luego miró el techo, su reloj, la hoja, dejó su lapicero, todo intercalado... y sobre su cabeza algo sonó puuuufff, como nube que se mueve... entonces despertó del sueño intraquilo, quién sabe dónde. Él miró a su alrededor.

7 may 2008

probando diseños nuevos ¬¬

El día que llegaron los invitados, los preparativos para la fiesta aún no habían iniciado.

He llegado antes, porque me quería asegura de que habría buen clima, que serías la misma del año pasado, y de que yo sería el mismo, contigo. No sé si me dejo entender.

No, no, lo siento. El pueblo está tranquilo, pero los comerciantes han empezado a llegar. Están instalando sus tiendas, los castillos y los carteles. Las casas se convierten en restaurantes y se abre el hotel de la plaza mayor. Las cosas serán las mismas, seremos los mismos del año pasado, pero aún no. Por el momento todo está tranquilo, y tú has llegado antes.

1 may 2008

emmm....

Cafecito con Jenni, ella es la del café, yo llevo la lucidez en la sangre así que nada de cafeína, pero como soy tonto a veces, me bebo una coca cola, y un té e igual me lleno de cafeína, que por cierto la otra vez leí en internet los pros y los contras del café, decían algo de un paro cardiaco, y de crear dependencia, no me acuerdo bien; la cosa es que consulté en internet. Y la vez anterior igual, me dolía la cabeza, la parte de atrás para ser exacto y dale con meterme a internet a consultar si era un tumor o algo así. Pero no, nada, me encontré con cosas como: Cefalea Tensional, o hemicraneal paroxística crónica, o quién sabe si una cefalea por trastornos metabólicos... y yo diciendo: que no, doctor; sólo me duele la cabeza, por detrás, desde la mañana...Cefalea Tensional, o hemicraneal paroxística crónica Cefalea Tensional, o hemicraneal paroxística crónica Cefalea Tensional, o hemicraneal paroxística...así que mejor lo dejé, esas cosas pasan solitas. Pero al rato me dolió otra cosa y me descubrí tipeando mi molestia en el google, con un poco de preocupación, rayos; estoy mal. Pero luego me sentí mejor, y es que páginas más tarde descubrí foros y demás con gente posteando acerca de su males y pidiendo medicaciones a los otros usuarios jajaja, entonces por ahí le recetaron aspirinas a un tonto con dolor de cabeza, tonto por lo de no conocer las aspirinas, tonto. Pero más abajo el tonto contestaba diciéndole al bestia que le llamó tonto que lea bien; que lo que él quería era medicina alternativa, alguna hierba curativa que se toma en infusión, de preferencia que se fume, o algo así, y no una simple pastilla de esas que fabrican millones y que como ovejitas nos las tomamos como si nada, y formamos parte del sistema, masas no pensantes, objetos económicos bla, bla, bla... medio reaccionario era el tipo de la medicina alternativa, yo lo dejé mejor, y me pensé lo de la aspirina.

Es que me dolía la cabeza desde la mañana, ese martes. La clase de filo, casi no me enteré de lo que hicimos, y eso que la profe llegó de buen humor y todo. La cabeza me daba vueltitas y luego, antes de inglés, cafecito con Jenni, repito, yo me mantengo descafeinado de preferencia, menos cuando me olvido y me tomo una coca cola; que por cierto (paréntesis) alguna vez se han preguntado, qué ocurre cuando tomamos una coca cola? (paréntesis). Luego en inglés, ese fue el día que dije no al café, pero sí a la coca cola; creo que tanta azúcar me había quitado el dolor de cabeza, algo así como que ahora mi organismo tenía cosas más importantes que hacer, nivelándome el azúcar, y absorviendo toda la cafeína, que ya no le dio tiempo para lo de la jaqueca, jaja. De forma que yo ya me sentí mejor y chévere porque esa clase hicimos el tema de las películas y redactamos un poco y esta vez ya no le pregunté todo a la profe, sino casi todo. Y más tarde me acordé de que me tengo que descargar Donnie Darko.

28 abr 2008

Cerca,

en el campanario, hacía más frío de lo habitual, y a través de las llanuras se avecinaba la noche cargada de lluvia. Una cuerda deshilachada y vieja dormía los años en medio del silencio, bajo la sombra de una campana ciega. De vez en cuando hacía suficiente viento, y la cuerda se movía casi dos centímetros de su posición. Y de repente del otro extremo, a través del túnel que desembocaba en el ala lateral de la iglesia, capitas de polvo se alborataban ligeramente sobre un suelo sin huellas, oscuro y cargado de bancas. Abandonadas, las bancas; nadie madrugaba para sentarse sobre ellas. Ahora que el pueblo había terminado de agonizar, la soledad como un manto lo invadía todo y se regodeaba a su gana, comiendo hasta reventar de los recuerdos del aire. No se percataba del día, ni de la noche, porque no les temía. En esos valles asfixiados por la sequía apenas y soplaba el odioso viento de vez en cuando, imposible de contener, moviendo centímetros de cosas, desordenando ligeramente su reino. Maldito. No podía hacer nada, pero era tan débil, siempre tan débil el viento, que daba igual.
Silencio, soledad...nubes, nubes, nubes. Esa noche llovió. Esa noche, cuando llovió...

La soledad rugió, se removió hasta sus cimientos; lloró con rabia y se extendió a través de todo el espacio para llenarlo de quietud, pero como no escampaba, ni lo haría en muchas horas; no tuvo más remedio que abandonar las plazas, las casuchas y los recovecos, para correr a refugiarse bajo los fuertes cimientos de la catedral, y esperar, salivando odio, a que terminara todo. De forma que se quedó dormida, acurrucada sobre sí misma hasta que amanezca. Y entonces, cuando salió vio que todo el pueblo era un charco, las calles antes invisibles, ahogadas por el polvo y la decadencia, asomaban su rostro débilmente, volvían a delimitarse. Pero el sol de medio día no tardó en apagarlo todo. Pasaron semanas, dos. Y la plaga que se alimentaban del recuerdo, dueña de todo lo baldío, volvía a deslizarse limpiamente sobre sus dominios. Eran días en que la vieja cuerda del campanario no daba señales de vida, y la campana seguía ciega; pero una tarde se sintió más frío del habitual. A través de la llanura habría podido observarse ejércitos de nubes oscuras viniendo. Esa noche llovería, y la otra, y la otra. Durante semanas la desolación iba a temblar, escondida en su rincón y de día saldría a reparar sus tesoros de quietud, sin más herramienta que su trabajo, que se mueve lento, con los años. Soportaría, curtida en desastres, trajinada en la inundación, días y meses, como una ciudad siendo sitiada.
Y un día, cuando el primer hombre vuelva, cuando sus hijos de nuevo crezcan sobre la misma tierra; los ecos de la vida se comerán la soledad, y tal vez la vieja cuerda se sacuda los años de polvo, y poco a poco, la campana recobre la vista.

25 abr 2008

Extracto de viejito


Estaba esperando el fin de año, y ciego. El reloj de la iglesia había tocado las once hacía poco tiempo. Una hora, una hora para año nuevo... pero quién sabe, la verdad es que el cura a cargo era muy viejito, y se le escapaban las cosas más elementales... como ajustarle la hora al reloj de su iglesia, que llevaba atrasado un tiempo indefinido de forma que quizás, el cieguito simplemente estaba como sonsito pendiente de la llegada de un año que acaba de comenzar hacía quién sabe cuánto tiempo.
-Una monedita, por caridad...
Clic, sonó la monedita.
-Gracias, gracias, gracias...-agradecido era el cieguito mendigo. Y tontorrón, porque el mocoso palomilla había sacado su lapicero y Clic, hizo sonar la latita. Le hizo mucha gracia y su novia se rió también como quien no quiere la cosa; y a medio camino se regresó hasta el mendigo. Clic, otra estafadita. Soy bien gracioso, se dijo.
-Gracias, gracias, gracias papá....-Mongol.

Cuando el reloj tocó las doce, la gente en los alrededores no hizo más que reírse, jeje, el curita está cada vez s viejo. Porque el año nuevo en realidad había sido ayer, y por otro lado el reloj sólo estaba atrasado un par de minutos.

Por su parte, el cieguito recogió sus cosas, vació su latita y, córcholis, el viento hizo Puf sobre su mano. No había ninguna moneda. Se rascó la cabeza un buen rato, porque le picaba mucho y porque no sabía q se le hicieron las monedas. Se retiraba ya, maldiciendo, cuando el curita octogenario le salió al encuentro con una mano alzada y a punto de echarle la bendición al pueblo, por lo del año nuevo. Pero se topó con el cieguito y se le derramó íntegra la bendición. Sin embargo, emocionado y muy amante del prójimo, le saludó afectuosamente. De la misma forma le respondió el otro. Y se abrazaron los dos viejitos, a las puertas del dos mil "x", porque en realidad aquel año viejo había sido bisiesto, osea que duró un día más y en el fondo el pueblo estaba equivocado y ellos tenían la razón.

23 abr 2008

royalito


Levantó la silla sobre su cabeza y la arrojó a través del balcón. Una pata golpeó en el marco y cayó girando hacia la calle, entre Tamarit y el mercado Sant Antoni. Hizo lo mismo con la lámpara, aunque estaba enchufada y se destrozó el tomacorriente con el impulso, pero la recogió y la volvió a tirar. Los libros, los cd's, incluso la lata de basura. Arrojó la habitación entera por el balcón y cuando ya no le quedó nada, y viéndose aún con la amargura dentro; se sacudió el alma que cayó a grandes grumos gelatinosos sobre el suelo. Los arrojó todos. Los de los nombres, rutas, conocimientos, música, gustos, canciones, fechas, y libros que se leyó. Todos, incluso familia, comidas, conciencia, y una que otra lámpara que también había dentro de su cabeza.

No fue que terminó sino hasta muy tarde, cuando sus brazos dejaron de responderle. Cayó con los ojos abiertos y sin morir. Seguía respirando porque aún estaba vivo, como una planta.

En la calle, los que habían logrado hacerse con algún trozo, comentaban con asombro acerca de su vida.